Maelis.
No como la mujer que había enfrentado a Elena entre fuego y traición. No como la hija de Nyara. Sino como un eco. Su silueta translúcida flotaba entre los restos de una columna caída, el cabello suelto, los ojos cargados de un dolor que no había mostrado en vida.
Darek se quedó inmóvil.
—Maelis…
Ella lo miró. No con burla. No con odio. Con algo más… redención, quizás.
—Te están buscando, Darek —dijo, y su voz parecía llegar desde el fondo de un pozo sin fondo, como si cada palabra le costara más que la anterior—. No solo Elena… también el abismo. Él te siente. Y se impacienta.
Darek tragó saliva. Por un momento, el niño que había perdido a su madre se asomó bajo la superficie dura de su mirada.
—¿Por qué apareciste ahora?
—Porque el velo se agrieto, él lo está haciendo desde su prisión… el Abismo.---Se alimenta de tus dudas, de tus miedos, su poder crece con cada momento que pasas solo, aislado, envolviendote en tu miseria. Es hora de que lo enfrentes a Darek.
Darek apretó lo