El cielo sobre las montañas soplaba limpio. Las nubes danzaban como si hubieran olvidado la guerra.
Aira flotaba sobre el claro donde alguna vez los eligió para la prueba del salto. Su cuerpo, formado por corrientes de viento y luz, se deshacía y reconstruía con cada brisa.A su alrededor, nuevos aprendices entrenaban. Jóvenes con afinidad al aire que apenas sabían flotar a unos centímetros del suelo.—Respiren con el mundo, no contra él —decía Aira con voz suave—. La fuerza no está en empujar… sino en dejarse llevar sin perderse.Muchos de los suyos habían caído.Pero los elementales no se extinguían.Se renovaban.Y ella los preparaba.Por si el Velo volvía a romperseBajo tierra, entre túneles reconstruidos, Terra rugía de nuevo.Sus manos, enormes y de piedra viva, colocaban columnas de obsidiana donde antes hubo derrumbes.—Los muros se caen, pero la tierra siempre guarda el recuerdo —murmuraba, enseñando a los más jóvenes a leer