La noche había caído sobre la montaña, pero el resplandor de los cristales naturales iluminaba suavemente los pasillos del refugio. El eco lejano del llanto de Eidan se apagó con el murmullo de Elena, que lo acunaba en la sala principal.
Darek se alejó en silencio, como si necesitara aire… o distancia. Caminó hasta una de las terrazas abiertas, donde el viento traía el aroma de la nieve antigua y la ceniza mágica que aún flotaba en el ambiente desde que Elena lo había ido a buscar.Allí, de pie, con los brazos cruzados y la mirada fija en las estrellas, estaba Kael.Darek dudó un segundo. Luego avanzó y se detuvo a su lado.Silencio.Pasaron algunos segundos antes de que Darek hablara.—No sabía si ibas a quedarte cuando volví.Kael no se giró.—No sabía si ibas a volver.Darek bajó la mirada, respirando hondo.—Estuvo… cerca. No hay tiempo alli. Solo vacío. Pero a veces, en medio de esa oscuridad… sentía algo. Algo que me sostenía. Como si un