La luz del amanecer se filtraba por la caverna donde se refugiaban. Afuera, el mundo seguía temblando con las consecuencias del regreso de Nyara, pero ahí dentro todo parecía en pausa.
Darek sostenía al bebé en brazos, como si tuviera miedo de quebrarlo. Sus dedos acariciaban la pequeña manita que se cerraba instintivamente alrededor de los suyos. A su lado, Elena, recostada pero más fuerte de lo que cualquiera esperaría, lo miraba con una mezcla de orgullo, amor y fatiga.—Todavía no tiene nombre —dijo ella en voz baja.Darek alzó la vista hacia ella, sorprendido.—¿No lo has elegido?—No quería hacerlo sin si —le sonrió—. Te esperé… porque necesitaba que los dos le diéramos su identidad. Él también es parte de ti.Darek miró de nuevo al bebé, y algo dentro de él se quebró y se volvió a armar en un solo segundo. Todo lo que había perdido, todo lo que había luchado, había llevado a ese instante.—¿Y tenías alguno en mente? —preguntó, aunque su voz ya traí