Elena cerró los ojos. Su magia buscó. Sintió… una chispa. Lejana. Dolida. Pero viva.
Darek.Y entonces todo tembló. Las paredes del plano se agrietaron. Tharion rugió.—¡NO! ¡Él no puede salir! ¡Él es mío!Pero Elena ya no lo escuchaba. Siguió la chispa como quien sigue un latido perdido… y corrió hacia él.***La grieta que Elena dejó atrás seguía brillando débilmente en el cielo, como una herida mal cerrada. Kael no dejaba de mirarla. Sabía que si se cerraba antes de que Elena regresara, podrían perderla para siempre.Pero no era lo único que lo preocupaba.El Saelith, enroscado junto a la cuna mágica, levantó la cabeza. Sus ojos brillaron como faroles de fuego antiguo.—Vienen —dijo, sin voz, proyectando el pensamiento directo a la mente de Kael.—¿Quiénes?Antes de que pudiera terminar la pregunta, la temperatura cayó en picada.Sombras.Una docena de ellas. Oscuras, deformes, caminaban como si el suelo les doliera. Criaturas d