La casa de Ailén estaba en silencio, pero en el pequeño jardín, bajo la luz pálida de la luna, Lucía esperaba. El aire estaba fresco y la noche parecía guardar secretos.
Amadeo apareció, sus pasos suaves sobre la hierba. Se detuvo a su lado, sin decir nada al principio. Sus ojos, mostraban una melancolía profunda.
—La partida de Darek… —comenzó Lucía con voz baja— me ha dejado un vacío que no sé cómo llenar.
Amadeo la miró, con la mirada fija en la luna.
—Él me recuerda a mí mismo, cuando elegí alejarme de la luz.
Lucía frunció el ceño.
—¿Te refieres a cuando caíste? A ser un ángel caído.
Amadeo asintió.
—Sí. La oscuridad no siempre es elegida con plena conciencia. A veces es una cadena invisible que te arrastra poco a poco.
—Cuando Darek se fue, vi en él el mismo miedo que sentí yo. El temor a que la oscuridad gane, a que el amor no sea suficiente para salvarnos.
—¿Y tú? —preguntó Lucía— ¿Has logrado reconciliarte con tu lado oscuro?
Amadeo suspiró, sus dedos rozando la hierba.
—No d