Zander Crow sabe que su manada es rebelde por naturaleza. Están acostumbrados a conseguir lo que quieren sin importar el costo. Pronto, la manada rival que han enfrentado durante casi toda su vida obligará al Alpha de la manada Rair a ceder en algo que con el tiempo les causará muchos problemas. Por otro lado, debido a la constante afluencia de turistas visitando Sheridan, los lobos se ven obligados a comportarse como humanos. Sin embargo, con la llegada de unas mujeres, el comportamiento de la manada se verá afectado. El deseo y la urgencia por reclamarlas los dejará en desventaja constantemente. Un demonio de diez mil años vuelve a la vida, deseoso de apoderarse de Sheridan y convertirse en el único rey de esas tierras. Sin embargo, sus planes se ven frustrados al formar un vínculo con una humana, lo que lo llevará a intentar mantenerla cautiva. ¿Podrá Zander controlar sus propios deseos desesperados de reclamar a una simple humana? Y sobre todo, ¿podrá controlar a su manada y superar la debilidad innata que todo lobo tiene por dominar?
Ler maisEra un día inusual para la manada Rair. La lluvia y el viento azotaban de manera infernal los territorios de Sheridan, haciendo imposible que la manada llevara a cabo sus excursiones habituales en el interior del bosque donde habían nacido. Tanto Zander como sus hombres más cercanos se encontraban reunidos en la caverna, pasando horas en discusiones, tomando tragos y jugando, apostando lo que tenían a mano.
—Oye, Carri, tráeme una botella... ¡Vamos, apúrate mujer! — Elevó su voz Zadkiel. Él era el único que se atrevía a alzar la voz, estando al lado de su Alpha, su amigo de toda la vida, Zander. Desde pequeños, habían sido criados por el padre de Zander. Específicamente, habían compartido el mismo techo desde que eran bebés.
—¡Aquí tienes, chico! — Ella depositó la botella en el centro de la mesa, rodeada incluso por ropa interior de sus amantes.
—¡Vamos, bebamos, mis amigos! — Zadkiel agarró una de las botellas que ya estaba abierta; las risas y la celebración seguían palpables, todos ellos eufóricos en ese lugar, perdiendo el tiempo en un juego diseñado solo para los más valientes y audaces en ganarlo.
—¡Hey!... No tan rápido, primero las formalidades. Vamos, ¿qué esperan? No habrá bebidas, al menos que las paguen primero— Carri extendió su mano para que cada uno de los que estaban ansiosos por beber la efervescente bebida se viera forzado a pagar.
—Está bien, así me gusta, amigos, que todos cooperemos... Díganme, ¿Quién está dispuesto a cenar un cervatillo con hierbas? — Carri estaba contenta porque el tiempo les favorecía enormemente. Tenerlos agrupados allí y que siempre estuvieran pagando por las bebidas era una ganancia en la que ella rara vez no podía contar.
—Bien... dado que no tengo pareja, me quedaré a cenar. Reserva un plato para mí— expresó Zander, el Alpha de la manada Rair, al tiempo que se quitaba la capucha de la cabeza. En ese momento, todos guardaron silencio; nadie tenía idea de que su líder alfa estaría en aquel lugar, bebiendo y compartiendo una noche de apuestas y anécdotas con sus hombres.
—Mi Alpha, cielos... Me alegra verlo en mi taberna, mi señor. Saben, les traeré dos botellas más... correrán por cuenta de la casa— Manifestó Carri, apresurándose para buscar las botellas que había prometido para su Alpha.
—Aquí está, mi señor... Que lo disfrute— terminó diciendo ella. Pronto, el resto de los que rodeaban a Zander comenzaron a llamar la atención a Carri por su amabilidad hacia el Alpha, en contraste con su falta de atención hacia ellos.
—Oye, eso no es justo... Vienes, ves a Zander y le ofreces tres botellas. Yo vengo aquí casi siempre y ni siquiera me ofreces nada, mujer— protestó. Carri lo miró por encima de su barbilla, dejando en claro que no encontraba la situación nada graciosa.
—Ya cállate, siempre vienes a vaciar mi cocina... ¿Querías que te reciba con platos y fuegos artificiales? Eres tan... — Los demás solo rieron, dejando claro que Carri no era alguien que se dejara engañar fácilmente.
—Oigan, cállense, no es gracioso... ¡Mujeres! ¿Quién las entiende? — Terminó diciendo, volviendo a sentarse junto a su Alpha. Los demás seguían jugando al truco; aquellos que perdieran tendrían que pagar, y Zadkiel se aseguraría de que cumplieran la apuesta.
Las puertas de la taberna se abrieron precipitadamente, atrayendo la atención de todos los presentes. Un individuo corpulento entró en el establecimiento, captando los murmullos de los demás.
A pesar de la intensa tormenta y los truenos, se podían escuchar los susurros en el aire, llenos de preguntas: ——¿Quién es ese? ¿De dónde viene? — Pero estas preguntas quedaron sin respuesta.
Por otro lado, Zander estaba tomando su bebida sin prestar atención al hombre que ingresaba a la taberna. Él podía sentir que era solo cuestión de tiempo antes de que los hombres comenzaran a atacar.
—¡Maldición!... Y yo que pensaba que disfrutaría de la cena de Carri— exclamó Zander con tono enfadado.
—Alpha Zander, creo que es hora de que nos entregue el título de esta taberna— Carri dejó caer una de sus copas de cristal más caras.
—¿Qué has dicho? ¿Mi taberna? — Preguntó Carri incrédula, para luego fijar sus ojos en Zander, quien aún permanecía de espaldas a todos.
Uno de esos hombres caminó hasta situarse frente a Zander, sin mostrarse intimidado por su actitud. Estiró la silla que tenía delante y luego se sentó en ella.
—Vaya, Carri... Y pensar que muy pronto serás mi propiedad, al igual que tu taberna— Dijo Zander, fijando sus ojos en aquel joven arrogante que estaba sentado frente a él.
—Carri no está en el trato, es más... Ella ya tiene un lugar donde ir a vivir— Masculló Zander. Aquel joven mantuvo su mirada en la joven que pretendía reclamar.
—¿Quién dice que no está? Ella será mía— Carri sintió una profunda impotencia al escuchar las palabras de aquel joven.
Zadkiel, al ver el rostro preocupado y apenado de Carri, intentó acercarse para enfrentar a Jair y darle una lección que jamás olvidaría. Sin embargo, Zander detuvo su avance con un gesto.
—Yo me encargaré... Todos los demás, salgan. También tú, Carri— Los presentes se apresuraron a salir como si estuvieran en el Viejo Oeste; nadie quería ser testigo cuando dos hombres resolvieran un asunto de hombría a su manera.
—Yo me quedaré, mi señor— Mencionó Jacob.
—También me quedaré, mi Alpha— habló Jarik.
—Señor, también me quedaré— Dijo Zadkiel. Zander no tenía dudas de que ellos se quedarían.
El hombre corpulento que entró a la taberna se acercó a Zadkiel y lo agarró de la camisa, arrojándolo hacia un costado donde estaban sentados los demás. Zadkiel cayó sobre una de las mesas, que a su vez se rompió debido a la fuerza del impacto.
Al ver que habían atacado a uno de sus compañeros, Jarik avanzó hacia el hombre para asegurarse de que no tuviera problemas en lanzarlo, al igual que había hecho con Zadkiel.
La noche se tornaba extraña; el aire estaba pesado y denso, como si una fuerza invisible estuviera presagiando... algo.
La noche se tornaba extraño, el aire está pesado y espeso, una fuerza invisible que vaticinaba... Algo.
Carri no estaba muy segura de qué. Pero ella podía hacerse una idea.
Zander se para de dónde está para llevar sus ojos en dos de sus amigos, que estaban levantándose del suelo, los ojos de él se tornan de un color particular.
Uno de aquellos lobos la conocía perfectamente, tanto que alguna vez fueron buenos amigos. Pero el destino se había encargado de ambos, ya no fueran siquiera conocidos. La enemistad, al pasarse a la otra banda, era imperdonable para ella, que lo ignoro y lo desecho como alguien que no es digno de su amistad
— ¡Jerry tómala!... Déjate de tonterías— Regaño, Antón, Carri como Jacob estaban viendo a su alrededor. Literalmente estaban rodeados por aquellos lobos, era claro que su intención era de llevarla ante Jair.
—No me culpes Carri... Pero mi líder te ha reclamado— alega Jerry mientras sujeta de su mano para apartarla de Jacob, el joven omega intenta desesperadamente mantener a Carri a su lado. La fuerza de Antón lo impide para sentir nuevamente sus golpes.
— ¡Suficiente!... Suélala Jerry... Sé que no quieres hacer eso y lastimarla— La voz potente de Zander estaba haciendo que todos los miraran.
Antón, quien no tenía intención de dejar escapar a la chica, vuelve a darle una patada fulminante a Jacob, aquel golpe le había dejado malherido.
— ¡Jacob!... Suéltame, m*****a sea— Grita Carri tratando de zafarse del agarre de Jerry, quien aún la tenía sujeta a él.
—Todos ustedes se buscaron que les dé una lección, en especial tú Antón, eres solo un maldito perro faldero de Jair... No sabes diferenciar entre el bien o mal— Amenaza Zander. El sonido que logra hacer con sus labios, llama a sus manadas a que acudan a él de inmediato. Pronto, las manadas de Rair ya lo estaban rodeando, Antón, Claus y Jerry se veían en grandes problemas.
—Oye, Antón... Creo que deberíamos dejarlos en paz. — Pidió Claus. Antón aún se mantenía invasivo, lo cierto es, que no pretendía dejar de cumplir las órdenes de su Alpha
—Oye, tu imbécil... Has caso a la sugerencia de tu amigo. — Replica Carri de manera desafiante, Jerry, para evitar que Antón venga a ella y la hiriese, aprieta con más intensidad los brazos de ella.
—Oye, me lastimas... — Suplica ella para que Zander fulmine con la mirada a Jerry.
—Cállate... si quieres seguir con vida... Si yo fuera tú, no desafiaría a Antón, él no es como yo que intento proteger tu vida Carri— menciona Jerry cerca de su oído en voz baja, ella solo se mantiene callada, no por miedo, sino por estar desconcertada a las palabras de aquel quien alguna vez fue su amigo.
Lentamente, Jerry suelta la mano de Carri para que ella observe a su costado, sin perder tiempo, ambos Jacob y Carri se ven a los ojos para hacer una señal y así saber que debían tener una sola oportunidad de salir de allí. Carri, arruga su puño con fuerza para mantenerse callada, Jerry sabía qué intenciones tenían ambos, puesto que su verdadera intención es que ella pudiera escapar.
Ella le da un golpe con el codo a Jerry y una patada, esto asegura su huida junto a Jacob.
— ¡Se escapan, deténganla! — Exige Antón para ver que sus amigos no intentaban detenerlos — Son unos imbéciles... Buenos para nada— Termina de decir para que los tres empiecen a retroceder. Los hombres de Zander estaban avanzando para que él extienda su mano para detenerlos
—Déjalos ir... Por esta vez perdonaremos sus vidas, Carri y Jacob ya se encuentran a salvo después de todo— demanda Zander para que sus lobos lo mirasen extrañados
—Oh, por dios, pensé que no escaparíamos de ellos esta vez— Carri estaba abrazando a Zander de manera intensa.
— Bien, ya que hemos pasado por este peligro, que les parece si volvemos a nuestro hogar... Carri tú vivirás conmigo desde ahora en adelante— Jacob, como los demás le pareció una buena idea, debían protegerla de los arrebatos de aquel líder que solo se había encaprichado de ella.
— ¡Está bien!... Creo que otra opción no la tengo, también he perdido mi taberna... Este Alpha estúpido solo sabe buscar la manera que lo odie— Escupe con molestia. Zander, por otra parte, sentía pena por ella. Él sabía que aquella taberna era una manera que ella tenía de sobrevivir en la aldea.
— No te preocupes, te haremos una taberna mucho mejor de la que has perdido... Eso sí, tendrás que convencerme con aquella cena de cervatillo que había prometido— Carri entreabre sus labios en tono de asombro, no podía creer que tendría una taberna cerca de la casa de su Alpha, y con sus amigos.
— Claro que sí, es más, te chuparas los dedos... Ya los verás, ustedes los verán— Los demás que estaban allí, solo sonreían palmándola el hombro y algunos jugueteaban con sus cabellos rebeldes.
En la manada de los Moon Rime se encontraba delante del Alpha de aquella manada, Jair Rime, ya se encontraba ante su padre, un hombre serio, corpulento, con unos cabellos largos bien recogidos, todos allí en la manada le temían, pues castigaba a quien buscaba pelea sin razón, y quien le quitara la paz con que él estaba contando. Esta vez, Garren Rime estaba realmente enfadado, enterarse de la revuelta de su hijo con el líder de la manada Rair era realmente tedioso de lidiar.
— ¿Te has vuelto loco? Dime... Príncipe Rime que te llego a planear una revuelta en contra de Zander— Jair estaba parado delante de su padre con la cabeza en el suelo, Jair parecía un cachorro confundido y totalmente aterrado delante de su padre
«Maldita sea, parezco un cachorro omega con temor a morir en las fauces de mi padre» pensaba Jair mientras es observado por su hermana desde donde se encontraba sentada. Doblando las piernas, bebiendo de una bebida.
— ¡Fui a reclamar a la mujer que deseo!— bufo Jair para que el silencio habitase por un momento aquella habitación.
— ¡Espera un momento!... O sea, ¿Toda esta estupidez es por una omega insignificante?— Pregunta Sorien.
Las imágenes mostraban a Zuke como una líder maligna, su rostro distorsionado por la ambición y el poder. Karios sintió un escalofrío recorrer su espalda; esos vislumbres oscurecían su corazón y encendían temores sobre lo que Zuke podría llegar a convertirse si liberaba todo su potencial.Karios sabía que al romper el sello que había mantenido a Zuke en ese estado, también corría el riesgo de liberar esa parte oscura de ella. Estaba atrapado en un conflicto interno devastador. Por un lado, deseaba que Zuke recuperara su fuerza y se convirtiera en la guerrera que sabía que era; pero, por otro, el temor de lo que esa fuerza podría desencadenar lo llenaba de dudas. La seguridad del reino, y su amor por Zuke, estaban en juego.La batalla continuaba, pero el verdadero conflicto se libraba en su interior. Karios se encontraba al borde de una decisión monumental. ¿Debería dejar a Zuke tal como estaba, manteniendo su esencia intacta, o arriesgarse a liberarla por completo, permitiéndole alcan
Mientras el misterioso sanador se inclinaba sobre Zuke, tratando de romper el sello que la mantenía atrapada en un estado de inconsciencia, una visión repentina la envolvió. El aire se tornó pesado y oscuro, y en un parpadeo, se encontró en un bosque sombrío. La bruma espesa se alzaba del suelo, y sombras danzaban entre los árboles. En el centro de ese paisaje nebuloso, una figura emergió, brillando con una luz tenue: era su madre, una poderosa hechicera de tiempos pasados.Zuke sintió una oleada de emoción al ver a la mujer que había admirado en su infancia. Su madre, con su cabello largo y plateado ondeando como si una brisa invisible la acariciara, la miraba con una mezcla de ternura y preocupación. Zuke recordó las historias que había escuchado de niña sobre su madre, las leyendas que hablaban de su gran poder y la magia que fluía por sus venas. Pero esa visión no era solo un recuerdo; era un mensaje. La figura de su madre comenzó a hablar, su voz resonando con la sabiduría de sig
En medio del caos de la batalla, Aemin, el majestuoso dragón, descendió de los cielos con un estruendo ensordecedor. Sus enormes alas agitaron el aire, creando una ráfaga de viento que arrastró a todos los enemigos que intentaban dañar a su amo. Los lobos fueron repelidos por la fuerza del viento generado por las poderosas alas del dragón, que parecían moverse con una elegancia salvaje y una ferocidad imponente.En la espalda de Aemin, Karios hizo su aparición, sosteniendo a Zuke en sus brazos. La visión de Karios, el líder temido y respetado, montando sobre su fiel compañero, con Zuke protegida en sus brazos, fue impresionante y cautivadora. Fue como si la mismísima fuerza de la naturaleza se hubiera unido para proteger a su líder y a la mujer que despertó emociones tumultuosas en su interior.Mientras tanto, Kerpes y los demás guerreros permanecieron en el campo de batalla, enfrentando valientemente a los lobos enemigos. A pesar del poder abrumador de los lobos y las dificultades qu
Al escuchar las palabras de Hans, Karios liberó todo su poder, dirigido también hacia él. El joven lobo que había proclamado su decisión respecto a Zuke fue lanzado a una distancia, cayendo al suelo bajo la implacable fuerza de ese ataque. Zuke, observando entre el torrente de energía, divisó dagas venenosas dirigidas hacia Hans. Actuó rápidamente, corriendo hacia él para colocarse como una barrera humana y protegerlo.El momento en que Zuke se interpuso para proteger a Hans con su propio cuerpo dejó a todos los presentes atónitos. Mientras las dagas filosas se incrustaban en su carne, ella abrió sus brazos en un gesto desesperado por evitar que el peligro alcanzara a su amigo. La escena fue impactante, y la reacción de Karios no se hizo esperar.—Zuke, ¿qué has hecho? —exclamó Karios, su voz resonando con asombro y una creciente ira. La visión de la mujer que tantas veces había intentado alejar a Hans de su lado ahora lo protegía con una determinación inquebrantable. La ira en el int
En aquel lugar de encuentro, saturado de tensión y suspenso, la figura de Zuke se vio envuelta en un tormento tan físico como emocional. El látigo, manejado con maestría cruel por Eihan, se convirtió en un instrumento de dolor insufrible. A pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, cada instante parecía multiplicar el sufrimiento que la consumía. Eihan, frío e imperturbable ante su agonía, no mostró signos de clemencia; al contrario, aumentó la intensidad de la tortura con un simple gesto de su mano, haciendo que el dolor que afligía a Zuke se volviera aún más insoportable.Sin embargo, el tormento no se limitó solo a Zuke. Karios, inmerso en su propia batalla, sintió el sufrimiento de Zuke como si fuera propio, una carga que amenazaba con socavar incluso su fortaleza más sólida. Motivado por una mezcla de rabia y desesperación, su lucha adquirió una ferocidad despiadada, exhibiendo un dominio oscuro sobre sus adversarios. Sus ojos, profundos como el océano en tormenta, deste
En medio de la batalla, las emociones chocaron con la ferocidad de los golpes, tejiendo una red de conflictos y tensiones que amenazaban con desgarrar el tejido mismo de la realidad. Y en el centro de todo, Zander y Aska lucharon no solo por sus propias vidas, sino por el destino de todo lo que amaban y sostenían querido.Los pocos lobos que lograron sobrevivir a los brutales ataques de las Carpas Rojas se encontraron una vez más en medio de una feroz batalla contra sus enemigos. Con garras y colmillos, lucharon con una determinación inquebrantable, defendiendo su territorio y su manada con todas sus fuerzas.A su lado, las mujeres humanas que se unieron a ellos en esta lucha desesperada también se enfrentaron a los guerreros de la muerte con coraje y habilidad. Gracias a las enseñanzas de Arcelia, estas mujeres aprendieron a defenderse con destreza, utilizando arcos y flechas con precisión mortal y empuñando espadas con la misma valentía que los lobos a su lado.En medio del caos y l
Último capítulo