Elena y Darek
Más tarde, cuando la noche ya no dolía, Elena se refugió cerca del arroyo, el mismo donde semanas atrás Lucía y Amadeo habían compartido su promesa. Se sentó entre las raíces de un roble antiguo, el cabello suelto, los pies desnudos, sintiendo la tierra con cada fibra.Darek llegó sin anunciarse, como siempre. Pero esta vez, sus pasos eran suaves. Casi tímidos.—¿Puedo?—Siempre.Se sentó junto a ella. Por un rato no hablaron.El agua corría. Las luciérnagas danzaban. Y el mundo, por un momento, no ardía.—Pensé que iba a perderte otra vez —murmuró él.Elena lo miró.—Lo siento, no debí intentar hacerlo sola. Si Kael no hubiese llegado para detenerme no sé qué hubiese pasado.Darek sonrió, apenas.—No sé si me merezco todo esto.—¿Todo esto qué?—Tú. Nuestro hijo. El derecho a vivir después de todo lo que hice… antes de conocerte.Elena se giró hacia él. Le tomó la mano.—El pasado ya no podemos cambiarlo. I