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InicioEl llamado de la sangre
El llamado de la sangre

El llamado de la sangreES

Fantasía
Annie Löwe  En proceso
goodnovel16goodnovel
9.9
Reseñas insuficientes
67Capítulos
8.6Kleídos
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Resumen
Índice

Sinopsis

VampiroHombre-loboAcciónRomance oscuroSobrenaturalDominación mundialmitología

Hace mucho tiempo, la humanidad fue tomada como un ganado y esclavizada como si fuese algo sin importancia. Ahora los vampiros se proclaman los gobernadores mientras los humanos han tomado el papel de esclavos. En uno de sus viajes, Joanne y Marcus hallaron a una joven maltrecha, con las ropas raídas y manchada de lodo. Sin habla o sin el intento de hacerlo, se dejó llevar por ellos y se hizo parte de su familia. Sin esperarlo, el matrimonio se sume en sucesos extraños y se vuelve el objetivo del monarca mayor de los vampiros, un noble que busca un objeto muy importante para él y que parece ser la joven que ellos cuidan. Eli no es una simple joven, es algo más, y saberlo los llevará a la desgracia

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El llamado de la sangre Novelas Online Descarga gratuita de PDF

Último capítulo

  • Capítulo LXIX

    Me despierto agitada, con la mano en el abdomen y la nariz bañada en sudor. Me incorporo sin apartar la mano de mi vientre y dejo caer la mirada en ella. Mi palma se aprieta con fuerza, como si quisiera proteger algo detrás de ella. Ingiero saliva, respiro profundo y alejo la mano sin dejar de mirarla. Sacudo la cabeza. «Son preocupaciones que no vienen al caso», me digo con los labios apretados.Intento recordar el sueño o la pesadilla, pero es en vano.Me recompongo alzando los hombros y moviendo la cabeza a los lados.—Eres la reina de las pesadillas. —La miro en el umbral de la puerta—. Desde que te conozco siempre las has tenido, no importa la ocasión o el instante. —Se acerca con una bandeja, donde reposa una tetera y una taza—. ¿Ya cómo te sientes?—Bien —contesto a secas.Asiente y deja la bandeja en la mesa de noche a mi lado.—¿Nada de mareos o vómito? —Me escruta con una larga mirada. Sus ojos de repente caen en mi vientre y se fruncen—. ¿Tienes cólicos estomacales?Presion

  • Capítulo LXIII

    Apoyo todo mi peso en el muro frontal que divide las cosechas de frutas con las de vegetales. Exhalo con pesadez y me encorvo. Mi mano no tarda en tantear el muro para también apoyarse en él. Pestañeo una, dos, treces veces más para recomponerme y fingir que estoy bien.Le sacudo la cabeza a Breogán, que se acerca con una mueca intranquila.—Estoy bien —le susurro.—Estás más blanca que el mismo blanco.Asiento y enderezo la cabeza. El sol me ciega por un tiempo indefinido, el cual aprovecho para calmar el dolor incesante en mi cráneo, donde seguro mi cerebro se remueve inquieto. Absorbo una bocanada de aire y cierro los ojos con fuerza. El mundo me da vueltas. Mi estómago, que no está preparado para la situación, se retuerce y gira en su posición. Me reclino y expulso ese efluvio cargado de vómito que él expulsó después de dar la quinta vuelta. Me presiono el abdomen y toso, escupiendo lo último que queda de vómito.Breogán palmea mi espalda y suspira.—Yo… —Resuello, sacudo la cabez

  • Capítulo LXII

    Aunque estoy mareada y confundida, logro empujarlo con todas mis fuerzas. Breogán oye la reyerta y no tarda en acercarse con el rostro preocupado. Me ponga a horcajadas sobre su abdomen y presiono su pecho contra el suelo. Entretanto, aprieto mi antebrazo derecho contra su cuello para mantenerlo más quieto. Sus ojos desorbitados se fijan en mi cuello, donde la yugular palpita confundida.—¡Hay que alimentarlo ahora!—¡En eso estoy! —Desenrosca la tapa de la botella que contiene la sangre de Oliver—. Incorpóralo.Cassius se interesa en él, así que aprovecho para girarnos y levantarlo de un modo que no me explico. Apreso su cuello de nuevo con el mismo antebrazo, de esta manera hago palanca, y enrosco mis piernas en su cintura. Breogán le acerca la boca de la botella. Él no duda en pegarse a ella y beber ese líquido carmesí. Dejo de ejercer presión a medida qu

  • Capítulo LXI

    «Esta podredumbre que se siente en el ambiente es digna de temer», es lo primero que pienso cuando nos detenemos en el camino que conduce a la parte trasera de la ciudadela, donde los muros son más bajos.Breogán parece sentir el hedor también, porque hace una mueca.—Algo está mal, de manera que…Se ve interrumpido por un graznido que parece más bien un chillido.Munin aterriza en mi hombro y vuelve a graznar con fuerza. Mueve su cabeza hasta que roza la punta de su pico con mi nariz. La pequeña pupila se dilata cuando se posa en mis ojos. Grazna de nuevo. Mi mirada se dispara hacia Breogán, que entiende al instante qué ocurre. Entendemos con más ahínco por qué hay este purulento aroma al fijar la vista en lo alto de los muros. Trago una buena cantidad de saliva y me pongo rígida. Los largos cabellos de las cabezas oscilan con el viento. Las mand&

  • Capítulo LX

    El silencio se acrecienta.Siento cómo los latidos de mi corazón son lo único que captan mis tímpanos.—¿Cómo podremos ayudarte? —inquiere finalmente.Exhalo.El Monte de los condenados es casi impenetrable, solo los dioses pueden entrar a él. Ni siquiera las sombras tienen el derecho de volverse vivas cuando están allí; permanecen quietas, inamovibles, sin personalidad, sin vida. Aquel que sea lanzado a ese monte se verá opacado por una soledad sobrecogedora. Es el lugar ideal para los pérfidos y los abyectos. Una vez logré estar allí y no pude mantenerme en pie por mucho tiempo. Sentía que mis penas y culpas se disolvían sobre mis hombros, haciéndolos pesados. Aunque puede verse como un sitio espléndido por sus largos mares verdes y largos cielos azulados, el remordimiento reina y se esparce en quienes lo visitan. Y

  • Capítulo LIX

    La palma de mi mano escuece en cuanto la apoyo en la rugosidad del tronco del abeto a mi lado. Aprieto los dientes. Sacudo la cabeza cuando la idea de regenerarme de una vez pasa por mi cabeza. El lobo blanco se detiene a cinco pasos de mí y ladea la cabeza con curiosidad. Apoyo el dedo índice entre mis labios, pidiéndole que haga silencio. Se queda quieto, sin mover siquiera los bigotes de su hocico.Aguzo el oído y me concentro en la variedad de sonidos que suelta el bosque hasta dar con la que no pertenece a él.Snær se tensa.Son pasos desiguales.Ambos dejamos de estar alertas cuando nos percatamos de que es un campesino con un caballo, el cual relincha y pisotea el suelo.Continuamos con nuestra caminata en dirección a la manada de lobos que está cerca del camino que atraviesa la cordillera. Montaron su guarida en tres cuevas no tan hondas que les permite estar cerca de un grupo abundante

  • Capítulo LVIII

    Breogán atraviesa la puerta y deja caer su peso en la silla de la mesa nueva que dispuse para que todos se sienten a comer sin incomodarse. Estira las puntas de su bigote mientras mastica la boquilla de su pipa. Marcus sigue dormido a los pies de nuestra cama y Brunilda está igual en su cama. Le sirvo una taza de té al viejo y me acerco para dársela. —Gracias, muchacho. —Deja de masticar la pipa, que deja al lado del platito de la taza, sopla el vaho y le da un sorbo largo—. Ah, justo lo que necesito para calentarme. —No hay de qué. Se estira, apoya ahora todo su peso en el espaldar de la silla y se mece. —Eres su pareja, ¿no es así? Entumezco con la mano en el espaldar de mi silla. Estaba a punto de sentarme. —Sí, lo soy. —Me siento por fin. —Me alegra eso. —Lo miro ceñudo—. Ah, la diosa guerrera merece que la amen. —Mueve la mano para dejarla en el costado de su boca y se inclina—. No como otras —susurra con la vista fija en

  • Capítulo LVII

    —¿Por qué las sombras no la protegieron?—Sin sus órdenes son solo eso, sombras —contesta concentrada suturando el corte en mi antebrazo—. No podrán ayudarla o hacer algo por ella sin una orden previa.Hago una mueca cuando la aguja atraviesa mi piel.—Yo… —titubeo— hice un trato con ellas.Detiene la aguja a unos milímetros de mi carne y alza la cabeza para observarme.—¿Un trato? ¿Qué tipo de trato? —Muevo la mandíbula y desvío la mirada—. ¿Qué tipo de trato? —repite con la voz tensa.Mis ojos caen en Eli, que está acostada en nuestra cama. Está cubierta por las cobijas de pieles en su frente yace una compresa fría. Sus labios se mueven y su cabeza se mueve casi sin ser percibida. Habla entre sueños. Verla así me aflige y me da rabia, ya que no llegu&

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67 chapters
Capítulo I
El llamado de la sangre/Annie Löwe
Las rocas saltan cuando las ruedas pasan sobre ellas. Con los labios apretados, jugueteo con mis dedos. Observo a la mujer frente a mí con la cabeza cubierta con una tela gruesa y vieja. Cabizbaja, me muevo un poco y enfoco mi vista en el largo camino de tierra. Los árboles le dan la bienvenida a un inmenso bosque, los caballos resoplan y el hombre que los guía está sumido en sus pensamientos. Regreso la mirada a mis pálidas manos con algunas manchas casi naranjas. Arrugo las cejas. ¿De verdad no soy capaz de recordar quién soy? Si no fuera por estas personas condescendientes y bondadosas, en este instante seguiría en medio de la nada a duras penas cubriéndome con los brazos y estando enlodada sin saber qué hacer o cómo sobrevivir. Me arrastré hasta llegar a un sendero bordeado de largos arbustos y descansé mi maltrecho cuerpo contra un tronco caído. Como no pude levantarme para huir, pues pensé que eran malhechores, dejé que me levant
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Capítulo II
El llamado de la sangre/Annie Löwe
La carreta se detiene y con ella se disipan mis pensamientos. Joanne sujeta mi mano y me i***a a bajarme. Una casucha con vallas de madera recién puestas me saluda a unos cuantos pasos. Amarrados en un pequeño establo, hay unos caballos, fuerte y vigorosos, que pastan. Al otro lado, entre más madera, hay unos cerdos. Nos acercamos a la vivienda; su fachada, decaída y vieja, no amilana mi deseo de ver su interior. Marcus abre la verja y nos invita a pasar. Se pasa los dedos por su barba y se quita el sombrero. Es alto y de complexión fuerte. De joven tuvo que ser un casanova. Se peina las hebras largas y blancas de su cabello antes de fingir no ser vanidoso con un gesto desdeñoso. Joanne me invita a pasar. Lo primero que hago es cuadrar los hombros por si sus hijos los esperan, pero solo veo unos pocos muebles muy cerca de una cocina y una cama en una esquina. Hay una puerta cerrada al lado de esta. Un estante lleno de libros se empotra a unos centímetros de u
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Capítulo III
El llamado de la sangre/Annie Löwe
En un parpadeo, ya han pasado veinte días. Marcus abre la escotilla y espera a que entre. Observo a Joanne con una expresión de susto. —Tranquila, no nos tardaremos tanto, lo prometo —dice con sus manos sobre mis hombros. Asiento con la respiración contenida. Doy los primeros pasos y me dejo caer en el pequeño espacio que hace de sótano. Como puedo, me acomodo sobre las hierbas secas y desanudo la bufanda. Marcus me da un asentimiento antes de cerrar la escotilla. No dicen nada más, solo parten como si no existiera. Oigo el relincho de los caballos y luego su trotar. Tardarán algunas horas en llegar, horas que me serán eternas. Menos mal no le tengo pavor a los espacios reducidos y poseo la suficiente paciencia. Empiezo a jugar con mis manos sobre mi abdomen. Parezco una estatua. Parpadeo y cierro los ojos. Los abro cuando escucho algo extraño afuera. Me congelo y estabilizo mi respiración. Casi sofocándome por contener más de
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Capítulo IV
El llamado de la sangre/Annie Löwe
Atrapa una luciérnaga con su mano y deja que se deslice por su palma antes de que se vaya con rapidez. Lo estudio con las cejas hundidas. —¿No temes ser devorado en una de tus guardias? Me mira sobre su hombro. —No —contesta con la expresión relajada—. Antes morir sería un beneficio en este mundo de m****a. —Ya veo. —Dejo caer el mentón y me concentro en el bordado de mi delantal—. ¿Das tu sangre como Marcus y Joanne? Aprieta los puños. —Sí. Si no lo hago, resultaría sospechoso. Además, tengo la oportunidad de ver… —Sacude la cabeza—. Entre más nos infiltremos entre esas bazofias, más alcance tendremos cuando demos el primer golpe de Estado. Me levanto y me acomodo a su lado. Me contempla con los labios unidos en una fina línea. —Tienes la oportunidad de ver a tu madre, ¿no es así? Arruga el entrecejo y se aleja de la valla. Diviso cómo pone la mano en el mango del revólver y toma una posición defensiva.
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Capítulo V
El llamado de la sangre/Annie Löwe
—Ten cuidado. Parpadeo aturdida. —¡Está sangrando mucho, Marcus! —¡Lo sé! Solo respira profundo y limpia bien la aguja. Vuelvo a pestañear, pero esta vez confundida. —Oh, dioses. Yo… yo… ¡Marcus! Unas manos me agarran para que no me mueva más. Aprisionan mis muñecas y las tiran hacia abajo. Contengo un gemido al sentir algo rasposo en mi abdomen y luego intento cerrar mi garganta para no dejar escapar el grito de dolor cuando algo se clava en mi piel. —Ya está reaccionando. Oh, dioses. —Joanne, piensa con la cabeza fría, por favor. Me remuevo y ahogo un grito cuando la aguja atraviesa mi piel. Como puedo, enfoco mi vista en Marcus, que trata de mantenerme presionada contra la cama. Mi mente va a mil y mi corazón se congela al recordar lo que ocurrió. Mis músculos se agarrotan y con ellos cualquier emoción de melancolía. Contemplo a Marcus y luego a Joanne con los párpados ardiendo. Ella intentó matarme y ahora i
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Capítulo VI
El llamado de la sangre/Annie Löwe
Me acobijo con la manta y regreso mi atención al cielo estrellado. Hoy está despejado y el centenar de estrellas brilla más de lo usual. —¿En serio no te da pavor estar aquí sola? Lo contemplo. —Antes me siento serena. Guarda sus manos en los bolsillos de su gabardina y exhala; un vaho denso sale de entre sus labios. —Me enteré sobre lo que te pasó —comenta, distraído—. Lo siento mucho. Dejo caer mis hombros. —Cualquiera actuaría así, supongo. Frunce sus cejas y me escruta. —¿Cómo puedes estar tan tranquila si hace unas horas tu vida pendía de un hilo? —Quizá la muerte no me provoca tanto temor como a los demás. Se queda en silencio, pasmado. Carraspea. —A partir de mañana tendrás como refugio mi casa. —A primera hora de la mañana, lo sé. Se acomoda a mi lado. Su rodilla roza la mía, al igual que su hombro. Lo miro por el rabillo del ojo. —Vivo solo, bueno,
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Capítulo VII
El llamado de la sangre/Annie Löwe
Vuelvo a mirarlo con la expresión seria. Él lo capta y se arma de valor. Busca a tientas en el bolsillo interior de su gabardina las balas de repuesto que podrá necesitar y las cuenta. Entretanto, busco con la mirada algo que me puede servir para empalar aunque sea a uno. «Hay que darle créditos a Vlad Tepes por tan magnífica idea». Doy con una rama larga y gruesa desprovista de hojas. La agarro con una sonrisa y la reviso con cuidado. Sí, podré atravesar a alguna sanguijuela. Mi pecho se exacerba y la ansiedad se acumula en mi esternón, pidiéndome que haga lo que esa necesidad innata me reclama: deshacerme de ellos. Mi mente se mueve a mil por hora ideando alternativas de ataque y defensa. —Oh, diosa de la guerra, ayúdanos. Mi corazón se encoge de repente y sin precedente alguno. Ignoro esa sensación y vuelvo a enfocarme en el enemigo. Dos a la derecha y tres a la izquierda. Como estamos ubicados Remi y yo, a él le tocará más
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Capítulo VIII
El llamado de la sangre/Annie Löwe
Comemos el plato de estofado que nos ofreció Joanne en silencio. Ya hizo mi maleta, que en realidad es una bolsa de lona, y me preparó un pan con queso de cabra en una tela grisácea, la cual amarra ahora. Marcus nos estudia con la expresión ausente. —La guardia tocó a nuestra puerta para preguntarnos si fuimos nosotros quienes enterraron a los O’Brien. —Le da un sorbo a su sopa—. Es una lástima que sus vidas se apagaran tan pronto, más la de la dulce Samanta.  —Que en paz descansen —manifiesta Joanne con las manos en su pecho. —Sembramos flores en sus tumbas —comento aún con el interés puesto en mi estofado—. Es una bonita tradición. —El dios de la muerte las arrancará y con ellas se llevará sus almas a un descanso eterno… —O a un infierno eterno —añade Marcus. Dejo mi plato a un lado y los contemplo. —Será un descanso eterno. Y mis palabras parecen tan reales que siento en el fondo de mi alma que a
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Capítulo IX
El llamado de la sangre/Annie Löwe
Reviso mi vendaje con un ceño profundo. Está intacto, sin sangre o cualquier otro líquido que despide el cuerpo para sanarse. Titubeante, desenrollo la tela y dejo a la intemperie la herida. Las puntadas caen a mis pies. Ingiero saliva. No hay cicatriz ni rastro de que allí fui apuñalada. Trastabillo hasta llegar a mi sofá habitual y entierro mis dedos en mi cabello, abrumada. Esta sanación no es perteneciente de un humano. Nada tiene sentido. Trémula, me pongo bien el vestido y suspiro. Le echo una ojeada a las prendas que Joanne me tejió, cosió y creó; una camisa con botones, un pantalón de cuero y unos botines, además de las prendas interiores. Una sonrisa se desliza por mis labios al sostener la ropa sobre mis muslos. Ella siempre supo que nunca me han gustado los vestidos y se esforzó por hacerme esto. Abrazo contra mi pecho los tejidos e inhalo su olor. Me incorporo y las guardo con mimo en mi bolsa de lona. Toqueteo por última vez el sofá antes
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Aviso
El llamado de la sangre/Annie Löwe
    ¡Buenos días!Me disculpo porque los dos primeros capítulos están confusos. En realidad, el segundo es la continuación del primero, pero las demás divisiones no aparecen y se salta al tercer capítulo original, que es el completo. Antes los dos primeros capítulos estaban completos y me percaté de que ahora no.  Les pido paciencia para resolver esto. Estoy muerta de la frustración porque mágicamente no puedo acceder a estos dos capítulos para adjuntar los originales y para que así no se sienta confusa la lectura, ya que al llegar al tercer capítulo se saltan hechos muy relevantes de la trama. Mil disculpas.   PROBLEMA ARREGLADO. SIGUE LEYENDO. :3
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