Una rendija negra se abrió en el aire, como si el mundo se hubiera rajado. Una grieta en la realidad, directa al lugar donde Tharion había sido encerrado siglos atrás. Una prisión sin tiempo. Un vacío sin salida.
El Abismo chilló. La grieta lo rechazaba. La magia antigua aún podía contenerlo.
Pero abrir esa grieta la estaba desgarrando a ella también.
Las piernas de Elena temblaron. Su nariz sangró. A su alrededor, el mundo parpadeaba.
Y entonces Nyara la vio.
Desde lo alto del altar, gritó con furia:
—¡NO! ¡NO TE ATREVAS!
Se lanzó como una sombra viviente hacia ella.
Elena alzó un brazo, p