Elena dormía envuelta en la calma falsa del bosque. Afuera, el fuego moría lentamente, y solo el canto lejano de una criatura nocturna rompía el silencio. Pero en su mente, todo era luz.
Un resplandor blanco, que no quemaba, la envolvía. Y en medio de esa neblina luminosa, la vio.
El cuerpo alargado del Saelith flotaba sin peso, moviéndose como una corriente viva. Sus alas etéreas latían como si respiraran magia, y sus ojos, la miraban con una mezcla de ternura y determinación.
La criatura no habló con palabras. Lo hizo directamente en su mente, como si su voz brotara desde el fondo de su pecho.
—Estoy cerca, llegare a ti.
Cuando las especies se unan, volveré a este mundo.
La imagen se desvaneció tan rápido como había llegado. Pero Elena despertó sobresaltada, sabiendo que no había sido solo un sueño.
[A la mañana siguiente]
—Lo volviste a ver —dijo Darek, mientras Elena, aún pálida, le contaba lo sucedido.
—No solo lo vi. Me habló. Dijo que cuando las especies se unan, volverá.
Aren