59. La encrucijada.
La Encrucijada.
Automáticamente le di la espalda. No podía arriesgarme a que me reconociera, no podía arriesgarme a que viera mi rostro y supiera que estaba ahí. No podía creer que ese hombre estuviera haciendo eso. ¿Por qué lo estaba haciendo? Definitivamente era algo que beneficiaba a la Cofradía hasta cierto punto, pero también perjudicaba las acciones que él mismo podía llegar a tener en Valdés Pharma.
No podía responderla en ese momento, muchísimo menos si me atrapaba. Así que lo que hice en ese instante fue caminar nuevamente hacia la puerta por donde había entrado.
Pero había un científico ahí, de pie. O al menos tenía una bata blanca y estaba observando los apuntes que había hecho otro de los hombres en la tabla que tenía en la mano. Yo observé la tabla que yo llevaba; lo único que había hecho era garabatos sin sentido, solo para que creyeran que estaba escribiendo.
No podía volver a entrar por esa puerta, porque el hombre me descubriría; descubriría que yo no era una científi