60. La verdad.
Abelardo me tomó por el hombro y me volvió hacia él. Tuve el impulso de salir corriendo, de ignorar su voz o tal vez, posiblemente, de empujarlo. Pero algo me contuvo. Si salía corriendo sería demasiado sospechoso; tal vez me perseguirían, muy seguramente me atraparían. Tenía que confiar en que el tapabocas podría esconder realmente mi identidad.
Así que lo encaré, fingiendo la compostura que no tenía en ese momento.
— Sí — le dije en un tono un poco agudo, alterando mi voz para que tal vez no me reconociera.
Pero yo sabía que muy probablemente sí lo haría. Entonces apreté con fuerza los puños. Comenzaba a darme cuenta de que era algo que hacía con frecuencia cuando la ansiedad o la rabia me inundaban. Apretar los puños, no podía evitarlo; era un reflejo de mi impotencia.
— ¿Dónde puedo conseguir un tapabocas? — me dijo Abelardo — . Es malo estar aquí respirando el L3.
Sentí que toda la energía de mi cuerpo se desvanecía. Vamos a regresar, pensé. Tal vez ya me había reconocido. As