Cuando Christopher y Alisson llegaron a la mansión Miller, la casa estaba en completo silencio ya que Elizabeth y Michael se habían ido a cenar. Afuera había comenzado a llover suave, un murmullo constante contra las ventanas. Christopher dejó las llaves sobre la mesa y, sin soltar la mano de Alisson, la atrajo hacia él, con esa calma que siempre escondía algo más.
Su mirada bajó lentamente hasta su vientre. La acarició con la palma abierta, cálida, fuerte.
—¿Qué crees que es? —preguntó, sus ojos claros atrapándola.
—Niña —contestó sin pensarlo, con una sonrisa pequeña.
—Niño —replicó él, arqueando una ceja.
—Niña.
—Niño… —susurró, inclinándose para rozar su nariz con la de ella—. Y va a ser tan guapo como su padre.
Ella soltó una risa suave, pero su respiración se cortó cuando él le tomó la cara con ambas manos y la besó. Fue un beso lento, intenso, con la lengua explorando cada rincón de su boca como si la estuviera reclamando.
Christopher la levantó sin esfuerzo, haciendo que sus p