El humo de la parrilla se elevaba en espirales lentas, impregnando el aire con el aroma irresistible de la carne dorándose.
Michael estaba frente a las brasas, volteando costillas con la concentración de un chef de cinco estrellas, mientras Ryan le daba indicaciones que nadie había pedido.
—Eso está crudo todavía, tío Michael —dijo Ryan, con una sonrisa burlona—. Si quieres, llamo al veterinario para que venga a terminar el trabajo.
—Es costilla, no filete —respondió Michael sin apartar la vista—. Tiene su tiempo.
Christopher, apoyado en la barra de la parrilla con un vaso de whisky, intervino con su tono seco:
—Déjalo, tío Michael sabe lo que hace. Aunque… —miró a Ryan con una ceja arqueada—, si lo arruina, siempre podemos pedir pizza.
Ryan bufó y le dio un sorbo a su cerveza.
—Pizza en un asado… Qué sacrilegio.
Mientras tanto, al otro lado del jardín, las risas de Julie, Alisson y Elizabeth se mezclaban con el chapoteo de los niños en la piscina. Ellas no solo comían de sus platos,