Los ojos de Alisson parecían láser. Miró a Christopher con rabia, con odio y sobre todo con incredulidad. ¿Cómo era posible que pensara que con solo míseras palabras ella lo iba a perdonar? ¡Después de serle infiel! De humillarla, de querer asesinar a sus hijos. ¡De todo lo que había hecho!
—No Christopher Langley, ni que te arrodilles a mis pies te perdonaría. ¡Jamás lo haría! —dijo Alisson, saliendo de ahí con furia.
Cuando llegó a su mesa, buscó a Julie y, al no encontrarla por ningún lado, le dejó una nota escrita en una servilleta y salió del club con él corazón acelerado. Mientras conducía, las lágrimas bajaban por sus mejillas sin control. Sentía un nudo en su garganta, un dolor en el pecho agonizante.
—¡Maldito! ¡Maldito imbécil! —exclamó, golpeando con fuerza el volante.
La vía se ceñía ante ella, húmeda, desolada y fría. Alisson condujo por varias horas sin rumbo fijo, hasta que… decidió ir hasta la mansión. Cómo un zombies parqueo el auto y entró a la propiedad con los hom