Cuando Alisson abrió los ojos, se encontró con la mirada dulce de Elizabeth, quien la observaba con cariño. Se incorporó en la camilla y, mientras se frotaba los ojos para adaptarse a la luz de la lámpara, recordó todo lo que había pasado: el ascensor, el ataque de pánico y… Christopher llevándola en sus brazos. ¿No era un sueño? ¡Por supuesto que no lo era! Christopher Langley la había sostenido en sus brazos y la había llevado a esa clínica. Aún tenía su olor impregnado en su ropa y esa sensación electrizante que solo él causaba en ella.
—¿Christopher me trajo aquí? —preguntó lo que ya sabía.
—Sí, te estuvo cuidando hasta que llegué, mi niña, y también estuvo…
—¿Estuvo qué? —interrumpió Alisson, con el corazón martillando en sus costillas.
—Bueno, es que te estaba observando muy atentamente y creo que, si no hubiera llegado, te hubiera metido mano —explicó Elizabeth con una sonrisa pícara en los labios.
El vientre de la pelirroja se contrajo y sus mejillas, que habían estado pálidas