Michael tembló en su puesto. Quería hablar, vaya que quería, pero él nudo en su garganta lo estaba ahogando al igual que la rabia que recorría sus venas. ¿Cómo le decía que Austin lo había secuestrado? ¿Qué Austin lo había mandado a matar para que ella no se fuera con él y que su padre pudo rescatarlo a tiempo? ¿Cómo le decía que tuvieron que enviarlo lejos porque la arrogancia y la soberbia de Austin era tanta que lo buscaba desesperado por acabar con él. Sin embargo, él se sentía culpable. Debió volver, débil volver antes de ser un cobarde.
Michael se agachó a la altura de Elizabeth. Tomó su mandíbula y hizo que lo mirara. Elizabet tragó grueso cuando detalló los ojos azules de Miller. Igual de intensos que los de Alisson, pero también igual de dulces.
—He tratado de recompensar todo el daño que te hice —Susurró él y Eli apartó el rostro con rabia.
—No es suficiente, nada es suficiente. ¡Ni siquiera sabe que soy su madre! No siquiera mis nietos me pueden llamar por lo que soy;