Cuando Alisson abrió los ojos, ya Christopher no estaba en su cama, pero estaba su olor impregnado en las sábanas. Tomó la almohada y la llevó a su nariz. Una electricidad le recorrió el cuerpo. Lo amaba, lo amaba demasiado y no valía la pena seguir mintiendo. Verlo así, tan destruido, tan derrotado la hizo entender que, ni con todo el mal que le hiciera ella lo iba a dejar de amar. Se puso de pie y se amarró el cabello. Era de noche, casi entrando a la madrugada. Su cabeza daba vueltas y miles de preguntas pasaban por su cabeza. ¿Qué pasaría ahora? No lo sabía, lo único que sabía era que si volvía a entrar a su corazón tenía la posibilidad de que se lo volviera a herir.
Con las dudas martillando su cabeza, bajó las escaleras hasta el bar de la casa y tomó una botella de vino y una copa. Lo más sensato era que tomara en la copa, pero dejó el objeto cristalino a un lado y llevó la copa a sus labios. Él líquido pegajoso, dulce, embriagador se instaló en su paladar y bajó por su garganta