La tarde en la mansión Miller transcurría con una calma sospechosa.
Alisson se puso de pie con un suspiro suave, acomodó su vestido beige sobre la curva de su vientre y buscó a Elizabeth con la mirada.
—Vamos saliendo —murmuró con picardía, apenas girando su rostro hacia Julie, quien se encontraba ajustando sus gafas oscuras.
—¿Estás segura de que no van a sospechar? —preguntó Elizabeth, cruzando los brazos con un dejo de duda en la mirada. A pesar de sus 40 años, la mujer seguía siendo elegante, de voz suave y porte sereno… pero esa noche algo en sus ojos vibraba diferente.
Julie soltó una risa baja, encantadora.
—Claro que no. Les dijimos que sería una noche tranquila… con jugo natural y almohadas cómodas.
Alisson chasqueó la lengua con ironía.
—Y técnicamente no mentimos. No dije dónde sería la noche tranquila.
Al salir al enorme recibidor, los tres hombres estaban en la sala con los niños.
Michael levantó la vista al verlas cruzar, las cejas fruncidas de inmediato.
—¿Y a dónde van