Los siguientes días fueron agotadores, entre visitas a refugios, hospitales y fundaciones, apenas podía concentrarme en repasar las respuestas a las preguntas que tendrían preparadas para mí. Como si fuera poco, mi tiempo escaseaba para ponerle atención a Aife quien hacía destrozos todo el tiempo.
Yola apenas la toleraba y la dejaba la mayor parte del tiempo en el roof garden que teníamos, llegaba tarde por las noches solo para limpiar y sacarla a dar la vuelta. Me sentía tan mal por ella, pero después de al menos cinco días, Aife comenzó a portarse un poco mejor.
Ya no se jaloneaba por la calle, ya no le brincaba a todo aquel que se cruzara en su camino, ni tenía la imperiosa necesidad de ladrar a cualquier otro perro que se encontrara en el camino, pero me partía el corazón imaginarla llorando porque se sentía sola, su día se reducía a esperar a que llegara por las noches.
El fin de semana que tuvimos descanso me dediqué a pasar la mayor parte del día con ella, Anuar anunció que se