La iglesia estaba llena de flores blancas, el aire denso de perfume y esperanza, pero mi mente estaba lejos, atrapada en la tormenta de emociones que se agolpaban dentro de mí. Eliot había insistido en acompañarme hasta el último momento , su presencia me daba una extraña sensación de seguridad, de que al menos no estaría completamente sola en ese lugar que tanto me dolía.Al llegar, me dirigí a mi asiento en la primera fila, justo frente al altar. No quería pensar en lo que representaba ese lugar, ni en lo que significaba estar allí. Mis ojos se encontraron con los de Axel, y por un momento el mundo se desvaneció a su alrededor. A pesar de estar vestido con su impecable traje de boda, con el rostro radiante de una calma que solo los hombres seguros de lo que hacen pueden proyectar, yo podía ver la angustia detrás de su mirada.El dolor en mi pecho creció al ver esa expresión. Nuestros ojos se encontraron por un segundo, y algo pasó en ese espacio entre nosotros. Fue como si el tiemp
La recepción estaba en su punto álgido. La música vibraba en el aire, las copas chocaban en brindis constantes, y las risas resonaban por el salón iluminado con luces doradas. Tatiana sonreía, con la felicidad reflejada en cada uno de sus gestos. Su vestido blanco resplandecía bajo las lámparas de cristal, y en su mano, la copa de champagne no dejaba de elevarse para recibir las felicitaciones de los invitados.Axel, en cambio, parecía estar en otro mundo. Su expresión era sombría, y aunque forzaba una sonrisa cuando alguien le dirigía la palabra, su mirada se desviaba continuamente hacia un punto en la sala. O más bien, hacia una persona: Carolina.Carolina, acompañada de Eliot, mantenía una expresión imperturbable. Su sonrisa era cortés, pero sus ojos reflejaban el vacío de alguien que solo estaba presente en cuerpo, no en alma. Eliot, atento, parecía notar su incomodidad y se inclinó ligeramente hacia ella.—¿Estás bien? —preguntó en un tono lo suficientemente bajo como para que so
Carolina y Eliot salieron de la recepcion en silencio. La noche era fresca, pero ella sentía que apenas podía respirar. Eliot encendió el auto y lo puso en movimiento sin decir palabra. La ciudad pasaba en destellos de luces y sombras, pero Carolina apenas la notaba. Su mente estaba atrapada en un torbellino de emociones, entre el dolor, la confusión y una rabia contenida que amenazaba con consumirla.El silencio en el auto se hizo denso, incómodo. Eliot parecía concentrado en el camino, pero había algo en su postura, en la forma en que apretaba el volante, que indicaba que estaba a punto de decir algo importante. Carolina cerró los ojos por un momento, tratando de calmar el caos en su interior.De pronto, el auto se detuvo de golpe. Los cláxones de los autos detrás de ellos sonaron con impaciencia, pero Eliot no se movió. En su lugar, tomó la mano de Carolina con firmeza y la miró con seriedad.—Carolina, no quiero esperar. Vamos al registro civil. Casémonos en secreto.Ella parpadeó
La recepción continuó sin Carolina y Eliot , la música seguía envolviendo el salón, pero para Axel era solo un murmullo lejano, como el eco de algo que había perdido sentido. Tomado del brazo de Tatiana, posó para las últimas fotografías, brindó con los familiares, y se dejó arrastrar por la euforia ajena mientras su corazón permanecía estancado en otro lugar… con otra persona.Finalmente, la limusina los condujo al hotel reservado para su noche de bodas. Un lugar exclusivo, con ventanales enormes que daban a la ciudad iluminada, y un silencio lujoso que lo envolvía todo. Al llegar a la suite nupcial, una habitación adornada con pétalos de rosa, velas aromáticas y suaves luces ámbar los recibió con una atmósfera de cuento de hadas.Axel se detuvo en el umbral, observando la decoración con una expresión impasible. Sus ojos recorrieron la cama perfectamente tendida, el champagne enfriándose en la cubeta de plata, y los pétalos que formaban un corazón en el centro del colchón. Suspiró co
Eliot entrelazó sus dedos con los de Carolina mientras salían del registro civil. El frío de la noche les recibió con una brisa suave, arrastrando el murmullo lejano del tráfico y el eco de sus pasos sobre el concreto húmedo. La mano de Eliot, cálida y firme, contrastaba con la de Carolina, que se sentía helada, casi inerte. El silencio entre ellos era espeso, como si el mundo contuviera la respiración ante lo que acababa de ocurrir. Justo al cruzar la puerta principal del edificio, Eliot se detuvo repentinamente. Carolina parpadeó, apenas alcanzando a girarse hacia él, cuando sin previo aviso él la atrajo hacia sí, rodeándola con ambos brazos y la besó. Fue un beso sorpresivo, cargado de emoción, pero también de posesividad. Los labios de él encontraron los suyos con urgencia, con el fervor de quien ha esperado demasiado para reclamar lo que cree suyo. Carolina se quedó rígida al principio, desconcertada, sin saber cómo reaccionar. Finalmente, apenas logró corresponder, más por in
POV : Carolina Langford El aroma del ajo dorado en aceite se mezclaba con el de las hierbas frescas que Eliot acababa de picar. Lo observaba en silencio desde el marco de la puerta, con los brazos cruzados, mientras él se movía con soltura por la pequeña cocina, como si ese espacio fuera una extensión natural de su cuerpo. De vez en cuando, giraba la cabeza hacia mí. No decía nada, pero sus ojos, suaves y oscuros, me dedicaban una mirada que me desarmaba por completo. En cada gesto, en cada vuelta de cuchara, había una ternura silenciosa que me hacía sentir, por un momento, a salvo del mundo.Nos sentamos a comer en la pequeña mesa del comedor, casi en silencio, compartiendo una intimidad que no necesitaba palabras. La luz cálida de la lámpara colgante caía sobre los platos humeantes. Estaba a punto de decir algo—cuando un estruendo feroz hizo temblar la puerta.—¡Carolina! ¡Sal ahora de ahí o tiraré la puerta abajo! —rugió una voz que conocía demasiado bien.Mi cuerpo se tensó, el t
Apenas la silueta de Axel desapareció por la puerta rota, sentí cómo todo dentro de mí se quebraba. El temblor de mis piernas ya no era contenible, y antes de que mi cuerpo tocara el suelo, Eliot ya estaba a mi lado. Sus brazos fuertes, aunque heridos, me envolvieron con una urgencia desesperada, atrapándome justo antes de que me desplomara.—Carolina, ¿estás bien? —preguntó con la voz ronca, su respiración aún agitada por la pelea, sus ojos recorriéndome como si necesitara asegurarse de que en verdad estuviera bien .Asentí apenas, con la cabeza recostada sobre su pecho.—Sí… sólo estoy un poco cansada —murmuré, aunque sabía que no era sólo eso. Era el alma la que estaba exhausta. Vacía.Eliot me miró en silencio, con esa mezcla de preocupación, ternura y rabia que sólo él podía conjurar al mismo tiempo. Tenía una herida abierta en la ceja, y aún así, fue él quien me cargó con cuidado en brazos, como si yo fuera algo precioso que podía romperse en cualquier momento. No dijo nada mien
—¿Qué haces aquí, Zara? —pregunté, con la voz baja, tensa. No me esforcé por ocultar el desagrado. No me nacía.Ella alzó una ceja, fingiendo una expresión ofendida que no le creí ni por un segundo.—¿No te alegras de verme, hermana? Regresé al país después de estar fuera tres años —dijo, como si su regreso fuera una bendición.Me quedé en silencio. La observé, como si intentara descifrar qué venía disfrazado tras ese rostro perfectamente maquillado, esa voz empalagosa que tantas veces me había envuelto en mentiras. Y aunque frente a mí había una mujer, no podía evitar ver a la adolescente cruel que conocí. Aquella que siempre recibía vestidos nuevos, vacaciones, halagos, mientras a mí me dejaban los retazos… lo que sobraba.Porque ahora lo sabía. Ella era la verdadera hija. La sangre de ellos. Yo solo… era la intrusa. La que cargaba con un apellido que nunca me perteneció. La que fue criada con culpa y caridad.—Sí, me da gusto verte —mentí a medias, manteniendo el control—. Pero sab