Isabella Romano.
Salvatore había sido dado de alta esta mañana. Todavía seguía débil, aun con los puntos de la cirugía y la mirada más cansada de lo habitual. Pero estaba aquí conmigo. Estaba vivo.
Lo ayudo a caminar a la habitación, sujetándolo del brazo mientras caminábamos lentamente. El trataba de hacerlo por su cuenta, pero cada vez que lo intentaba gruñía del dolor.
—No tienes que demostrarme que puedes hacerlo solo—le digo mientras llegabamos a la habitación
—Soy un Mancini, puedo hacerlo solo—replica
Ruedo mis ojos y lo ayudó a recostarse en la cama. Sulta un suspiro y le quito la camisa lentamente, teniendo cuidado de su hombro.
—No sabía que ansiabas verme desnudo, piccola—se burla
—No te hagas muchas ilusiones, Tore. Recuerda que estás bajo reposo—sonrio
—Pero no creo que un poco de sexo haga mal, ¿oh si?
Sus manos pasaron por mis muslos y reí mientras acariciaba su cabello.
—No vamos a tener sexo, no hasta que te saquen los puntos.
—No va a suceder nada si montas mi