Isabella Romano.
Miro la hora por quinta vez esta noche y suspiro mientras me paseaba por la sala. Eran las tres de la madrugada y Salvatore no aparecía.
Hace tres semanas fue la boda y esta última semana todo ha sido más tenso. Salvatore me ignoraba de la misma manera que lo hacía yo, solo cruzábamos palabras si era necesario.
Pero esta noche, Salvatore no tenía ninguna intención de aparecer por el penthouse. Y eso me preocupaba. No había avisado a donde iría y a que hora llegaría. Solo tomó sus cosas y se fue…
No debería de importarme, pero me importaba. Me importaba demasiado como para ignorarlo.
Alcanzó mi celular y marcó el número de Salvatore. Miro por el ventanal mientras esperaba a que se dignara a contestar, pero nada. Solo me envió al buzón de voz como las otras siete llamadas atrás.
—Joder, Salvatore, ¿donde te has metido?
Me acerco a uno de los soldados que me vigilaban cuando Salvatore no estaba en el penthouse.
—Señora Mancini
—¿Dónde está, Salvatore?
—El jefe sa