La impotencia y la culpa estaban consumiendo a Adriano por dentro. Sus intentos de acercamiento habían sido rechazados con una frialdad que lo dejaba helado. Necesitaba algo más, un gesto mayor, una prueba irrefutable de que estaba del lado de Alexandra. Y para eso, necesitaba la verdad completa.
No podía enfrentarse a Sofia directamente; era una víbora que solo sabría mentir y manipular. Pero Victoria… Victoria era más débil. Más volátil. Y tenía un punto débil evidente: su orgullo y su posición social.
Reunió a sus dos amigos más leales, Leo y Matteo, en su estudio. Les mostró el informe de Marco, la evidencia circunstancial pero contundente contra Sofia y Victoria. Les contó, con la voz quebrada por una rabia contenida, lo que le había hecho a Alexandra, movido por aquellas fotos falsas.
Leo silbó bajito.
—*Dio mío*, Adriano. Qué lío has armado.
—El lío lo armaron ellas —lo corrigió Matteo, con su lógica implacable—. Pero tú le diste el martillo. Ahora, ¿qué necesitas?
—Necesito qu