Capítulo 59

El frío me despertó antes que el dolor. O quizás fue el movimiento sutil dentro de mí, un recordatorio de que aún no estaba sola. Mis hijos se movían, pequeños y fuertes, como si su voluntad pudiera sostener la mía.

Abrí los ojos lentamente. La humedad del calabozo me calaba hasta los huesos, el aire olía a óxido, tierra y desesperanza. Estaba encadenada de pies y manos, pero esta vez las cadenas no eran simples. Sentía una presión extraña en el pecho, como si algo en mi interior se hubiese apagado. Intenté invocar mi fuego, siquiera una chispa… pero nada respondió. La piedra que rodeaba mis muñecas brillaba con un fulgor grisáceo, apagando todo lo que era místico en mí. Mi magia estaba dormida. O peor: anulada.

Me senté con esfuerzo, recostando mi espalda contra la pared helada. El metal mordía mi piel, pero ya no dolía tanto como la traición.

Cael.

El nombre me golpeó como un puñal. Durante un segundo, quise pensar que había sido forzado. Que Henrik había tendido una trampa. Per
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