Capítulo 42
La bruma se quedó atrás, pero el frío seguía colándose en mis huesos. Caminábamos en silencio, el bosque a nuestro alrededor susurrando con la vida invisible que lo habitaba, como si incluso la naturaleza contuviera el aliento ante lo que estábamos haciendo: abandonando el Norte, huyendo del Consejo, escapando de un destino que parecía sellado.

Ava estaba junto a mí, pero no era la misma mujer que había conocido antes. Sus hombros tensos, sus manos cerradas en puños, sus ojos que miraban al suelo en vez de encontrar los míos, me decían que llevaba demasiado tiempo cargando con un peso que yo había ayudado a poner sobre ella. El vínculo entre nosotros ardía, era innegable, pero esa conexión no podía borrar el daño que le había causado ni las heridas invisibles que sangraban en su interior.

Quise romper el silencio, pero la pregunta que formulé me costó más de lo que esperaba.

—¿Cómo has estado? —dije con voz baja, intentando que sonara natural y no como un reproche o una exigencia.

Ella
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