La tensión del desacuerdo con Amanda se disipó, dejando a Clara con un agotamiento profundo que no era solo físico. Gobernar, estaba aprendiendo, era un trabajo de desgaste constante, una serie interminable de decisiones que pesaban en el alma. Félix, por su parte, parecía revitalizado por la resolución del conflicto. No había ganado él, no había ganado ella; había ganado el equipo. Y para un hombre cuya vida había sido una guerra de suma cero, esa era una victoria de un sabor completamente nuevo.
Los días se volvieron en una coreografía de mutua adaptación. Las mañanas empezaban con un briefing conjunto. Félix, desde su estudio, y Clara, desde la suite, conectados por un canal de video seguro. Él exponía las amenazas externas, los movimientos del mercado, las sombras que se cernían en el horizonte. Ella, a su vez, presentaba el estado interno: la salud de los guardias heridos, los avances en la guardería, los ajustes en los turnos que mejoraban la moral. Era un intercambio de intelig