La palabra "Embarazada" seguía grabada en la retina de Clara, un fantasma digital que la perseguía cada vez que cerraba los ojos. Pasaron los días y la rutina se volvió una farsa elaborada. Cada mañana, un meticuloso ritual de maquillaje para disimular su palidez. Cada comida, una batalla silenciosa contra náuseas que sofocaba con sorbos de agua con limón y galletas insípidas que Anya le proveía en secreto. Su desempeño como Directora Médica era impecable, casi sobrehumano, como si demorarse un minuto más en su despacho la confrontara con la realidad que se negaba a aceptar.
Félix, por su parte, había iniciado su propia investigación silenciosa. La desconfianza había echado raíces profundas. Ordenó a Gael un monitoreo discreto de las actividades de Clara: sus llamadas, sus accesos a los sistemas, sus movimientos dentro de la clínica. No por malicia, sino por una necesidad desesperada de entender, de recuperar el control sobre una situación que se le escapaba de las manos. Cada informe