La visita de Valeria había dejado un rastro invisible de perfume caro y tensión en el despacho. Clara intentaba concentrarse en los planos de seguridad para Lorenzo Valdés, que ahora estaba siendo "hospedado" en una suite segura dos pisos más abajo, pero la imagen de aquellos ojos grises y aquella sonrisa condescendiente se interponían entre ella y los diagramas. Cada vez que cerraba los ojos, veía la evaluación despectiva en la mirada de la otra mujer, como si estuviera midiendo a Clara y encontrándola deficiente.
—No confío en ella —declaró Clara, sin levantar la vista de los planos, rompiendo un silencio que se había extendido por varios minutos.
Félix estaba de pie junto a la ventana panorámica, observando los jardines impecables. —Nadie confía en Valeria —respondió, su voz un eco distante—. No es ese el punto. Se confía en la información que proporciona, porque siempre es impecable. Y en su avaricia, porque es predecible. Es una transacción, no una alianza.
—Dijo que sus precios