Zoe llegó hasta la casa, luego de ver el mensaje que Elizabeth le había enviado. A pesar de no soportar su insolencia y su manera tan autoritaria de decirle las cosas, tener la de su lado era lo mejor.
Caminó directo al despacho, vio la luz debajo de la puerta encendida.
Arregló su escote y pintó sus labios. A pesar de que Arthur la había hecho suya una y otra vez horas antes, las únicas manos que deseaba sobre su cuerpo eran las de Rafael.
Anhelaba que él la tocará de nuevo, anhelaba sentir sus labios recorriendo cada rincón de su cuerpo por completo.
Tocó la puerta, y la abrió lentamente. Él estaba enfocado en su computadora.
Ella caminó sensual hacia él, intentando sostener esa sonrisa que en esos momentos le estaba costando tanto.
—Mi amor, así que aquí estás —ella mencionó tocándolo por la espalda.
—Sí, estoy terminando de revisar algunas cosas. Ahora que tu hermano quiere estar metido en la empresa, pero sobre todo, ahora qué quiere ocupar mi puesto. Necesito tenerlo todo