Abigail sintió todo su cuerpo palidecer.
Su cuerpo se tambaleó cuando lo escuchó.
Giró su rostro para ver la fotografía y negarlo sería completamente estúpido porque él tenía toda la razón… eran iguales, como dos gotas de agua.
Rafael no dejaba de observarla, tenía sentimientos encontrados.
Un grado de felicidad había dentro de él… pero también rabia, dolor e impotencia.
—Me quitaste el derecho de verlo crecer, fuiste egoísta. No solo me quitaste el derecho de verlo crecer y de estar con él, si no que también le diste el derecho a alguien más.
—Yo…
—Te amo más que a mi propia vida Abigail. Te juro que te amo tanto… pero es mi hijo. ¡Mi hijo!
—¿Qué querías que hiciera? —ella dijo con su voz entrecortada—. ¿Querías que tan pronto me enteré del embarazo volviera a tu lado para que tu abuela le hiciera daño no solo a mi padre sino también a mi bebé o quizá querías que te dijera la verdad cuando apareciste en mi vida de nuevo? ¡Rafael, estás casado!
—Lo único que quería era la ver