Sentí su corazón galopando acelerado, yo también estaba demasiado nerviosa. Llevo sus manos a mis pechos y comenzó a acariciar mis pezones con suavidad, solté un gemido qué se escucho difuoso por la tela en mi boca, rápidamente se endurecieron con su contacto. Mi embriaguez me ponía muy deseosa aunque sabía que aquello era moralmente incorrecto. El masaje era suave, lento, rítmico no apretaba ni me lastimaba, lo hacía como él sabía que era de mi gusto.
Sentí su boca húmeda en mi cuello, fue esparciendo besos por ahí, por el hombro y por la espalda, comencé a desear que me tocará allá abajo, era mucho tiempo sin nada de nada, aburrida sin que el malestar emocional pudiera siquiera permitirme un orgasmo por mis propios medios, una de sus manos siguió jugando con mis pechos mientras la otra bajaba, estaba bastante lubricada por cuanto escuché que el se echó una pequeña risita perversa.
Me toco superficialmente, sin meterme nada aún, mi garganta ahogaba gemidos desesperados; de repent