La amenaza volvió más fuerte que nunca, ya no era tácita, no era algo que se sentía en el ambiente y que solamente se veía mediado por insulsos mensajes de texto sino algo real, tangible, tan fuerte que inlcuso fue capaz de doblegarme. Aún con todo lo que yo había vivido nunca me había inclinado, nada lograba doblarme las rodillas hasta esa vez. Pero en esa ocasión era la afrenta explícita, como si de nuevo la muerte me mirará tú a tú directamente a los ojos.
Primero fueron simples mensajes de texto como de costumbre, algo que no me importó y que pasé por alto pensando que si la vez pasada no había pasado nada en esta ocasión seguramente tampoco. Era solo una mente retorcida intentando atormentarme. Asi que la correspondencia a la cual nunca respondí se mantuvo durante varios días en los cuales seguí con mi vida cotidiana como si nada.
Hasta que que llegó esa fatídica mañana en la que se cumplían exactamente dos meses del bodorrio entre Alexander y Tamyria; ese día desperté sintiéndom