LVIII

—No Jacob—musito mi madre, entrando en shock—yo lo maté—su voz se quebró repentinamente, sentí un profundo pesar por ella, por todo lo que había tenido que pasar, todo lo malo que vivió... Tanto dolor, tanto sufrimiento habían logrado pudrir el que alguna vez fue el corazón más puro—yo coloqué una almohada sobre su cara hasta que dejó de moverse, incluso recuerdo haberme asegurado de que no estuviera respirando para llamar a la policía y decir que había entrado en paro. Él no puede estar vivo, los muertos ya no regresan para nuestra suerte.

—Él fingió su muerte—repitió mi hermano muy seguro de lo que decía, mientras que Irene negaba en silencio repitiendo una y otra vez: «no, no, no»—tenía mucho dinero, no le fue difícil sobornar a quien tuviera que sobornar: médicos, oficiales, forenses, directivos, etcétera—mi madre temblaba—simplemente lo hizo, evidentemente por venganza, quizás ya veía venir que tu lo tratarías de matar. Actuó de forma rápida y efectiva, creo que al igual que tú e
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