Las semanas pasaron, y llegó el momento de compartir la noticia que cambiaría nuestras vidas. Firenze sugirió hacer una fiesta de revelación de sexo y, aunque al principio no era algo que me entusiasmara, su emoción y la expectativa por la llegada de mi heredero terminaron por convencerme. Yo no tenía dudas: sería un varón.
Cuando reunimos a la familia, nadie sospechaba la sorpresa que les esperaba. Organizamos un juego para que intentaran adivinar, pero al ver que no se acercaban a la respuesta, decidimos mostrarles la primera ecografía. El sonido de los latidos de nuestro pequeño resonó en la sala, dejando a todos en silencio por un instante antes de que las exclamaciones de asombro y alegría llenaran el espacio.
Pero Firenze tenía algo más preparado. Un globo negro que debía reventar revelaría, con el color del confeti, el sexo de nuestro bebé. Cerré los ojos un segundo antes de hundir la aguja en el globo.
—¡Celeste! ¡Será un varón! —gritaron todos.
Nunca imaginé que escuchar esas