Sebastian se detuvo frente al escritorio de la secretaria de Corrado y echó un vistazo rápido a su reloj de muñeca. La hora de salida ya había pasado hacía algunos minutos. Había intentado llegar antes, pero la reunión con su jefa se había prolongado más de lo previsto.
Se dirigió directamente a la oficina de su novia, solo para descubrir que ella aún no había regresado de su encuentro con Corrado.
—Buenas tardes —saludó, apoyándose levemente en el borde del escritorio—. ¿La doctora Vitale sigue reunida con el doctor Carbone?
—Sí, doctor. ¿Quiere que le avise al doctor Carbone que está aquí?
—No será necesario. Gracias por tu ayuda —respondió y continuó hacia la oficina de Corrado.
Golpeó la puerta un par de veces y la abrió sin esperar respuesta. Apenas dio un paso en el interior de la oficina, se quedó helado. Gemma estaba recostada en el sillón; desde donde él estaba no alcanzaba a ver su rostro, pero sí a Corrado inclinado demasiado cerca de ella. La expresión del hombre, al descu