Sebastian entró en la sala con Gemma en brazos y una sonrisa tan amplia que nada podría borrársela del rostro. Iban a tener un hijo y por más primitivo que sonara, aquello significaba que Gemma estaría unida a él para siempre.
Su familia y la de Gemma dejaron de conversar y los miraron, con evidente curiosidad.
—¡Vamos a tener un bebé! —anunció con orgullo.
Se hizo un silencio sepulcral en la habitación que duró apenas un par de segundos, hasta que un chillido emocionado escapó de los labios de Mia. Bastó ese gesto para que las sonrisas se extendieron en el rostro de todos… O casi todos.
Giovanni mantenía una expresión impenetrable, tan seria que resultaba imposible adivinar qué pasaba por su mente.
—¿Escuchaste eso, cariño? —preguntó Mia, girándose hacia su esposo con una sonrisa emocionada—. Vamos a ser abuelos otra vez.
—Lo escuché —respondió Giovanni con voz grave. Entonces se puso de pie y avanzó hacia ellos con paso firme.
—Papá… —murmuró Gemma, con evidente cautela.
Giovanni se