El primer atisbo de conciencia llegó a Laura como una caricia tibia sobre sus párpados. Una luz dorada, suave y persistente, se filtraba a través del resquicio de las pesadas cortinas, anunciando un nuevo día. Abrió los ojos con lentitud, parpadeando varias veces para acostumbrarse a la claridad.
Un suspiro de profundo contentamiento escapó de sus labios antes de que pudiera reprimirlo. El cuerpo le pesaba deliciosamente, cada músculo relajado, cada terminación nerviosa vibrando aún con el eco de la noche anterior. Estaba acurrucada contra una fuente de calor sólida y reconfortante. Daniel.
Giró la cabeza con cuidado, encontrándose con el perfil de él, sumido en un sueño profundo. Su rostro, usualmente marcado por una expresión controlada y profesional, ahora lucía sereno, casi vulnerable.
Un mechón de cabello oscuro caía sobre su frente, y sus labios estaban ligeramente entreabiertos, emitiendo una respiración rítmica y tranquila. Laura sintió una oleada de ternura, una emoción inesp