••Narra Miranda••
Después de que el juez leyera el veredicto que sentenciaba a mi padre a una vida en prisión, pude respirar profundo por primera vez desde que nací. El hombre que me moldeó para para convertirme en un monstruo como él, por fin estaba encerrado. Aunque ya era muy tarde, no sólo porque me había marcado a traumas en aquel galpón donde estaba encerrada, sino porque lo logró, consiguió su cometido. Me convirtió en un monstruo y yo lo permití. No era más que una asesina. O pude haberlo sido si Charlotte tomaba esa leche y su bebé moría. Pero aunque ambos estén vivos y bien, no me restaba culpa, ya que lo que importaba era la intención.
Y aún así, a pesar de lo que hice, no fui condenada a prisión gracias a un trato que me consiguió Julián, donde solo tenía que hacer servicio comunitario durante un año. No me lo merecía, pero como la cobarde que era, tomé el trato.
La gente aplaudió. Algunos lloraron de alivio. Charlotte y Frederick, desde el otro lado de la sala, se fu