••Narra Frederick••
Sacar a Charlotte del hospital fue demasiado fácil. En especial porque era un hospital que estaba patrocinando, a quienes les ordené registrar a Charlotte como desconocida cuando la ingresaron, así que Klifor jamás se enteraría que ella estaba acá. Y eso me gustaba. No sólo porque tenía a Charlotte solo para mí, sin ninguna clase de distracción, también porque Klifor se debe estar volviendo loco buscando a su hija.
A mi futura esposa.
Porque aquí estábamos en la capilla, con Arturo y a un hombre al que le pagué para que fueran nuestros testigos.
—¿Aceptas a Charlotte Darclen como tu legítima esposa? —preguntó el sacerdote.
—Acepto —dije sin vacilar, sintiendo que me hormigueaba el cuerpo al saber que esa mujer de ojos verdes llevaría mi apellido.
—¿Aceptas a Frederick Lancaster como tu legítimo esposo? —Le preguntó a ella.
Ella parpadeó lentamente, su rostro aún pálido por los sedantes del hospital.
—Acepto —susurró, con una voz que apenas llegaba al air