El día de la boda finalmente había llegado, y los invitados comenzaban a llegar a la manada. Estaban ansiosos por el inesperado y grandioso evento que los reyes habían organizado. La noticia del casamiento se propagó por la manada, y todos estaban llenos de alegría y orgullo de que la celebración se llevará a cabo ahí. En la mansión para muchos era estresante, se estaban haciendo los últimos arreglos en dos espacios: uno donde se llevaría a cabo la ceremonia y otro donde se celebraría la boda.
Eros y Danna apenas habían dormido esa noche; se despertaron abrazados, y él, antes de levantarse, besó a su mate con dulzura.
—Mi amor, la diosa Selene, no permitirá que nada malo nos suceda.
—Eros, tengo miedo por ti. Sé que llegamos a un acuerdo por nuestras hijas, de que si algo llegara a ocurrir, nosotras tendríamos que escapar. Siento que no podré soportar vivir sin ti —respondió Danna con voz temblorosa, aparentando ser fuerte.
Eros la miró fijamente con sus profundos ojos azules durante