La tarde estaba muy tranquila en el pequeño apartamento de la madre de Zendaya. Leonard y Jean habían decidido que se turnarían para cuidarla y ayudar en casa mientras ella seguía con su embarazo.
Ese día, Zendaya doblaba la ropa recién lavada en la sala. Llevaba un vestido amplio color crema, su cabello castaño claro estaba atado en una coleta alta y su rostro lucía relajado por primera vez en semanas. Jean revisaba unos contratos en su laptop sentado en el sofá, mientras Leonard acomodaba las medicinas de Mila en la cocina.
De pronto, Zendaya se detuvo. Sintió un leve golpecito en su vientre. Parpadeó y llevó ambas manos a su barriga redonda de cinco meses.
—¿Eh…? —murmuró con una sonrisa temblorosa.
Jean levantó la vista al instante, notando el brillo en sus ojos.
—¿Luna… qué pasa? —preguntó, cerrando su laptop con rapidez.
Leonard salió de la cocina secándose las manos.
—¿Todo bien?
Zendaya respiró hondo y soltó una risa suave mientras las lágrimas se acumulaban en sus pestañas.
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