Cuando Bianca se despertó esa mañana, le dolía la cabeza. La noche anterior había estado tan llena de miedo y preocupación que apenas pudo descansar. Al ver las profundas ojeras de su hermana, supo que ella tampoco había dormido bien. Soltó un suspiro pesado; sentía una frustración tan grande que no lograba sacar.
Se lavó la cara y, al salir del baño, notó que Efraín no había venido. Ayer le había dicho que pasaría a recogerla, pero no cumplió su palabra. Se sintió decepcionada y se rio de sí misma con amargura. De verdad que no aprendía.
—Feliz cumpleaños, Bianca.
Claudia se lo dijo con una voz muy suave.
—Gracias, hermanita. —Bianca se giró, con una sonrisa radiante—. Hoy es mi cumpleaños, así que yo también te deseo que seas muy feliz, para siempre.
Claudia se quedó desconcertada un momento, pero luego sonrió con un dejo de tristeza.
—Sí, claro… seré feliz.
Bianca prefirió no insistir. Bajó las escaleras y encontró a Sara limpiándole la cara a su padre. Se le hizo un nudo en la gar