Bianca llevó a Claudia en su carro hasta la entrada del edificio de Empresas Lira.
—Oye, Claudia, ¿no quieres ir a casa a descansar un rato? —le preguntó, preocupada.
—No, no te preocupes. Ahora que sé que estoy embarazada, ya no hay de qué angustiarse. Las náuseas son normales y me siento bien. Además, tengo pendientes en la oficina. Y tú, Bianca, ¿a dónde vas? ¿Quieres subir un momento?
—No, ya me voy. Cuídate mucho, por favor. Y come bien.
Bianca se despidió con la mano. Esperó hasta ver a su hermana entrar al edificio y solo entonces se fue, sintiéndose más tranquila.
Apenas se acomodó en el taxi, su celular se iluminó con una llamada entrante. Al ver el nombre en la pantalla, sintió que el ánimo se le levantaba de golpe. Era Francisco. Había vuelto.
—Bianca, ya regresé.
—¿Tienes tiempo ahora? Me encantaría que fuéramos a tomar un café.
—Claro que sí.
—En el Café Luna, el que está en el centro. Ya hemos ido antes.
—Perfecto.
Sin dudarlo, le dio la dirección al taxista. Pensó que t