Al llegar a casa, Bianca lo pensó un momento y decidió llamar a Efraín.
—El número que usted marcó se encuentra apagado o fuera del área de servicio —anunció la voz mecánica.
Bianca arrugó la frente. No entendía por qué lo apagaría sin motivo.
No le quedó más remedio que enviarle un mensaje. Le avisó que no pasaría la noche allí, que iría a la casa de sus padres. Apenas había enviado el texto cuando, menos de un minuto después, su teléfono sonó, sobresaltándola.
—¿Para qué vas a tu casa?
El tono de Efraín era brusco y la molestó de inmediato.
—¿Por qué no podría ir? Es mi casa.
Hubo una pausa, como si se estuviera calmando.
—Deja te acompaño. Hace mucho que no veo a mis suegros.
Bianca sintió un escalofrío que le erizó la piel. Desde que se habían casado, nunca lo había escuchado llamar así a sus padres, y que ahora lo hiciera con tanta familiaridad la hizo sentir terriblemente incómoda.
—¿Por qué no dices nada? —preguntó Efraín con voz apagada.
—Ah, no es nada. Solo me sorprendiste,