Rubén acababa de darse una ducha. Aunque estaba agotado, se sentía despejado, así que, en lugar de irse a dormir, se sentó junto a la ventana. Encendió un cigarrillo y clavó la mirada en la oscuridad de la noche, preguntándose cuánto tiempo más duraría esa ansiedad que lo consumía.
“Francisco, si lo que quieres es castigarme, está bien... pero ¿no crees que ya es hora de que me des una oportunidad para redimirme?”.
...
En la mansión de los Lira, Sara tenía una expresión de profunda tristeza y se negaba a irse a la cama. A su lado, Claudia no sabía qué decir para consolarla; ella también estaba angustiada, pero el saber que Francisco acompañaba a su hermana le daba un mínimo de tranquilidad.
Rosa apareció apresuradamente en lo alto de la escalera.
—Señora, el señor no deja de preguntar por usted.
Sara respiró hondo y se puso de pie.
—Ya voy.
Se volvió hacia Claudia.
—Vete a dormir.
Ella asintió y observó a su madre subir las escaleras. A pesar de lo bien que se conservaba, su mamá ya n