La conversación se extendió hasta bien entrada la noche. Por fin, Leo y Rubén se levantaron para despedirse. Lorena le pidió a Francisco que llevara a Tina de regreso a su universidad, y el grupo se separó en la puerta.
Apenas se sentaron en un taxi, Leo se acercó a Rubén y comenzó a olisquearlo por todas partes. Desconcertado, este lo apartó con un empujón.
—Oye, ¿qué te pasa?
—Mmm, aquí huele a que tu plan funcionó. A ver, cuenta, ¿qué le dijiste a Francisco?
—Le propuse que fuéramos amigos —respondió Rubén con serenidad.
—¿Amigos? ¿Y Francisco aceptó? —cuestionó Leo con incredulidad.
—Sí, aceptó —dijo Rubén, mostrando una leve sonrisa.
—No puede ser. —La mandíbula de Leo casi se desencajó—. Solo a alguien como Francisco se le ocurriría creerte, maldito zorro. ¿"Amigos"? Lo que quieres es acosarlo, ¿no es así? Eres de lo peor.
—Ay, no. Le voy a advertir a Francisco que se aleje de ti —dijo Leo con una expresión de asco, apartándose un poco más de su compañero.
—Pues hablando de eso,