—¿Te sientes mal? —le preguntó Rubén con genuina preocupación al notar la expresión de malestar que Francisco había mantenido desde el almuerzo.
—No es nada, creo que me cayó mal la comida. Voy al baño y se me pasa.
Francisco se puso de pie.
—¿Seguro que estás bien? ¿Quieres que te acompañe? —insistió Rubén, levantándose también.
Él le hizo un gesto con la mano para que no se preocupara.
—No, no te molestes. Puedo ir solo.
Rubén lo observó con preocupación mientras su delgada figura se alejaba por el pasillo.
“No hay duda, me gusta de verdad”.
De repente, el avión se sacudió con una violencia brutal. Las luces de la cabina parpadearon intermitentemente y los gritos de algunas pasajeras llenaron el aire.
—¡Francisco!
Rubén se aferró al asiento e intentó ponerse de pie, pero la turbulencia era demasiado fuerte.
—Atención, pasajeros. Por favor, permanezcan en sus asientos y mantengan la calma. El avión presenta una pequeña falla técnica que ya estamos solucionando. Les pedimos no entrar