Mundo de ficçãoIniciar sessãoLa monarquía gobernada por Kereem Abdalá aparenta ser invencible, pero bajo la fachada poder y prosperidad, se siente atrapado en una lucha interna que amenaza con desbordarse. Ante la presión de asegurar la sucesión, Kereem jura lealtad eterna a Sanem, prometiendo no tener otra esposa. Pero el tiempo avanza implacablemente, y Sanem siente que la sombra de su enfermedad amenaza con destruir su matrimonio y la estabilidad en el poder. La entrada de Zahar al palacio es un secreto de Estado, entrenada desde la infancia por su propio padre, ella solo llega con un objetivo: llevar a cabo un juego de engaño y seducción, siendo la amante secreta para ofrecer un heredero. ¿Será capaz Zahar de cumplir su misión sin despertar sus emociones? Mientras tanto, el golpe de Estado comienza a tomar forma desde las sombras, amenazando con desencadenar una serie de eventos que cambiarán su destino. En un juego de lealtades, engaños y pasiones prohibidas, cada uno intentará sobrevivir a los límites, dónde cualquier movimiento, puede resultar fatal...
Ler mais—Son inversiones importantes, mi señor… a la larga, podemos aliarnos a esas empresas. La monarquía se hace más fuerte con cada inyección de dinero…
Kereem Abdalá, el Emir de Arabia Saudita, asintió y comenzó a leer los documentos.
Sanem estaba a su lado un poco inquieta. Había un poco de sudor en su frente, los síntomas estaban volviendo cuando se colocó la palma en su vientre, y se dobló al sentir un fuerte dolor.
—¿Te encuentras bien? —preguntó en susurro su esposo en susurro, pero ella asintió rápidamente.
—Sí… creo que tengo que retirarme un momento… siento irme de repente.
—Te acompañaré… —Kereem insistió.
—No es necesario… — Ella apretó los dientes de forma ruda, para disimular su dolor, y con permiso de todos los presentes en el escenario, se retiró mientras Kereem quedó un poco preocupado observando su salida repentina.
Sanem casi corrió por los pasillos del gran palacio, pero se detuvo llegando a la entrada de su habitación mientras otro dolor, mucho más fuerte que los anteriores, la sacudió con fuerza.
—¡Ahhh…! —su gemido fue delicado, y justo en ese momento, Tara, su criada personal de confianza, llegó a ella con rapidez.
—Majestad… ¿Qué le ocurre?
—Ayúdame, Tara… entrame a la habitación y cierra las puertas…
Con dificultad, ambas llegaron a la cama, y solo en ese momento, Tara se dio cuenta de que su señora tenía las piernas ensangrentadas.
Así que se puso las manos en la boca.
—No… —Sanem bajó la mirada alzándose el vestido, y sus manos temblaron junto a su mandíbula.
Rápidamente, sus ojos se llenaron de lágrimas, y su pecho comenzó a hipar.
—Déjeme buscar un médico con urgencia… por favor… —Sanem reunió el valor y la tomó del brazo con fuerza, impidiendo que su criada se fuera.
—Llévame a la tina…
Tara la observó con terror, y luego asintió.
Ella la sentó con cuidado, desnudando a su señora, y supo que la cantidad de sangre que estaba fluyendo, era importante. Pronto debía buscar a un médico, y avisarle al Emir.
—¿Ya le había dicho al señor? Quiero decir, ¿qué estaba embarazada…? —Sanem negó.
—No… pero pensé… —Sanem miró a Tara con las lágrimas rodando por su mejilla—. Pensé que esta vez…
Tara bajó la cabeza.
—¿Cómo es posible, Tara…? ¡He perdido cuatro embarazos! ¡Cuatro bebés!
La mandíbula de Sanem tembló significativamente, y un sollozo desgarrador salió de su garganta.
—No lo sabemos hasta que el médico la vea, mi señora… por eso es mejor que lo llame…
—¡Basta, Tara…! —la amargura en la voz de Sanem cada vez era más profunda—. Este es un castigo… pero no sé qué hice en la vida para merecerlo… amo a mi esposo, y soy una mujer correcta… ¿Qué hice, Tara? ¿Por qué? ¡¿Por qué?!
Tara saltó por un momento, pero tenía la confianza necesaria para abrazar a su señora y dejar que llorara en sus brazos por unos minutos.
Sin embargo, su secreto no duró mucho, porque en medio de todo el caos en el baño, Tara se separó de su señora, cuando vio una figura masculina que estaba abriendo la puerta con urgencia.
Sanem se giró de golpe y cubrió su cuerpo, pero para Kereem fue muy notoria la sangre en el agua.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó.
Sanem temblaba en cuerpo completo, el aliento salió de su boca tratando de reprimir sus emociones, pero prontamente se desvaneció…
***
—Lo siento, señor… ella ha perdido al bebé… —Kereem apretó la mandíbula mirando en dirección de la cama, donde Sanem estaba completamente dormida, y ahora estaban pasando un tipo de suero para hidratarla.
—Ya lo sabe… nadie debe saber esto… —El médico asintió con respeto cuando Kereem se lo advirtió, y luego le informó:
—Estamos haciendo todos los exámenes… queremos determinar lo que…
—¡Han hecho miles de exámenes! Esto es de nunca acabar, nunca saben qué es lo que pasa… déjenos solos…
El doctor se retiró de la suite privada, de toda una planta reservada para la realeza, y Kereem esperó que cerrara la puerta, para pasarse la mano por la cara.
Si algo odiaba en este mundo, era ver una lágrima en el rostro de Sanem. Odiaba su sufrimiento y detestaba ver esa cara cuando la miraba, esos ojos que le decían que ella había fracasado, cuando lo único que le importaba era ella.
En pasos largos llegó a su cama y se sentó tomándole la mano para besarla.
No sabía qué estaba pasando, ella se veía cada vez más débil y no había forma de saber el porqué perdía a sus bebes.
Este último, solo lo había descubierto hace unas horas, y estaba seguro de que Sanem se lo había ocultado por temor de que pasara de nuevo.
Él la sintió removerse, y sus ojos se conectaron con ella cuando lo miró.
—Kereem…
—Shuuu… descansa… —ella negó rápidamente.
—¿Qué han dicho? Yo… no te lo pude decir antes… tenía la esperanza… —Kereem acarició su frágil rostro y negó.
—Nada de esto es tu culpa… buscaremos una solución, por ahora, solo me importa que tú estés bien.
Los labios de Sanem temblaron un poco.
—Lo siento… —Y Kereem apretó la mandíbula con impotencia.
—No, nunca… no es tu culpa. ¿Sabes que te amo? ¿Qué eres, la mujer del Emir? Mi mujer… —Kereem intentó sonreír para ella, pero la tristeza en el rostro de Sanem no podía desaparecer.
—¿Qué vamos a hacer, Kereem? Son cuatro… cuatro embarazos fallidos… ¿Y tu reunión? Se supone que debería estar a tu lado apoyándote… era una reunión importante.
Kereem negó todas las veces, apretó su rostro y besó su boca.
—Lo sabes Sanem… y todo el mundo lo sabe. Tú eres lo más importante para mí, y nunca, escúchame bien, nunca nada nos separará, ni esto, ni nada…
Sanem cerró los ojos cuando los labios de Kereem besaron su frente y luego ella tomó su rostro para hacer que la mirara.
—Kereem… creo que es hora…
—¿De qué estás hablando?
—Sabes de lo que hablo… sabes la situación del palacio… tu padre… Arabia…
—Sanem…
—Es hora, Kereem… solo yo sé que me amas, y nada me hará dudar de ello. No hay nada que pueda hacerme dudar de ti… pero es nuestro deber.
—Escucha, cariño…
—Kereem, por favor, escúchame a mí —Kereem frunció el ceño y pasó un trago grueso—. Tenemos diez años juntos… los años más hermosos que he vivido en toda mi vida… tengo treinta, y…
—Y eres demasiado joven… —él la interrumpió.
—Y no quiero ver, ni sentir que pierdo otro bebé… —continuó Sanem—. Yo me moriría del dolor… y creo que no puedo soportarlo más… —A Kereem le ardieron los ojos—. Debemos buscar otra esposa para ti, amor… es lo que tenemos que hacer…
—No… —Kereem arrojó las palabras como si fueran de hierro—. Escúchame bien, Sanem, yo nunca tendré una segunda esposa, y no pienso cambiar de opinión, jamás… eres y serás la única esposa del Emir de Arabia Saudí, y es mi última palabra…
CAPÍTULO 74 AMOR Y REDENCIÓNKereem…Hay noches que no se repiten y hay silencios que no regresan jamás y esta… era una de esas noches.De pie, en la terraza norte, con el fuego titilando frente a mí y la herida vieja del pasado… finalmente en calma.Tenía una copa entre los dedos, whisky, el puro encendido y una certeza repicándome en el pecho: Lo lograste… Llegaste, no a un trono, algo mucho más difícil y mucho más valioso, sino a la paz.Recordé la última sonrisa de mi padre y su lágrima limpia. Una que no venía del dolor, sino de otra cosa más profunda: orgullo.Sus palabras aún me retumban:“Rael es tú… pero con la paz que te faltó.”Cerré los ojos frente a esa frase.Fue como cerrar un capítulo que pensé que nunca acabaría.El capítulo en el que yo tenía que luchar cada día para demostrar que merecía vivir, hoy… ya no lucho por eso… Hoy… vivo por ellos…Rael tiene ocho años, y cree que ya debe acompañarme a cada reunión de Estado.Esta mañana apareció en mi despacho con un cuade
CAPÍTULO 73 AMOR Y REDENCIÓNKereem…El día empezó con risas.El palacio estaba lleno de globos, luces, y ese sonido que sólo los niños saben crear cuando el aire está lleno de vida. Era el cumpleaños número cuatro de Rael, y por primera vez desde hacía meses, dejé los informes en el escritorio.La terraza principal estaba decorada con los colores que él eligió: azul y negro. Janna estaba con Zahar riendo mientras Bahar conversaba con Jade, ya seis años, y Jalil junto a sus dos hijos, Jamil y Adem, mientras que Emré hablaba bajo con Asad. Noté que Zahar se movía entre toda la familia con la elegancia que siempre la distingue, pero con ese brillo en los ojos que sólo aparece cuando se trata de su hijo.Rael corría por todo el jardín con un pequeño turbante desacomodado, las mejillas encendidas, riendo y llamando a todos.—¡Papá, mírame!Levantó un arco de juguete y disparó una flecha que apenas voló un metro.Aplaudí igual.—Eres un soldado —le dije—, pero aún necesitas puntería.—¡Como
CAPÍTULO 72 AMOR Y REDENCIÓNLlegamos al cóctel media hora más tarde de lo previsto. El salón del hotel estaba lleno de embajadores y empresarios, luces doradas y música suave.Yo llevaba la cabeza en alto, con la mirada firme; Kereem, impecable, con traje oscuro y la mirada de quien manda incluso sin hablar.Al llegar, nos detuvimos a saludar a un montón de personas mientras que Asad y los hombres iban como unas sombras detrás todo el tiempo, y básicamente pasó una hora y media después, cuando la vi, de pie, al otro lado del salón, junto a un hombre canoso.—Kereem… —susurré apenas.—Lo sé —respondió sin mirarla—. Está con su padre.Me entrelazó los dedos y me guio con elegancia por entre los invitados, pero yo podía sentir la tensión en su cuerpo, y esa calma peligrosa que lo hacía tan temido.Yo podía sentir su mirada afilada en mí; la había tenido mucho tiempo encima como para no darme cuenta de que nos seguía con la mirada, y para completar, después de la cena, la tuvimos, frente
CAPÍTULO 71 AMOR Y REDENCIÓNZahar…Rael tiene ocho meses y ya manda.Manda con una risa, con un llanto corto, con esos ojos negros que barren el cuarto y lo registran todo. Es Kereem en miniatura y a veces me da miedo lo claro que lo veo.Estoy en la puerta de su habitación y no hago ruido. Kereem está en el piso con las piernas cruzadas y la camisa arremangada. El reloj le cuelga en la muñeca, y trae el cabello desordenado, pero lo hace ver tan perfecto que solo de verlo me estremezco.No sé si sea la paternidad, pero he creado una fascinación por verlo con nuestro hijo.Rael está apoyado en su muslo, mordiendo un camello de peluche como si fuera su enemigo.—Así, mi guerrero —le dice Kereem, bajo—. Vas a ser fuerte y muy grande. Pero sobre todo… ojalá encuentres una mujer como tu madre.Rael lo mira, no entiende las palabras, entiende el tono y se calma, mientras yo sonrío sin querer.—Y cuando la encuentres —sigue Kereem, apoyando la frente en la del bebé—, te vas a volver loco de
CAPÍTULO 70 AMOR Y REDENCIÓNZahar…Han pasado algunas semanas desde aquel día en que Rael llegó al mundo.Aún puedo recordar cada detalle… su primer llanto, la mirada de Kereem, el silencio que llenó la sala cuando por fin lo tuve entre mis brazos. Todo cambió desde ese instante; mi vida, mi propósito, mi manera de ver el poder, incluso mi manera de ver al hombre con quien comparto absolutamente todo.Rael es… diferente. A veces pienso que su mente no pertenece a un niño tan pequeño. Observa todo, lo analiza, y cuando sonríe, parece entender más de lo que cualquiera imagina.Yo lo alimento, lo baño, lo paseo por los jardines del palacio y, por las noches, me quedo despierta mirándolo dormir. Kereem siempre dice que nunca había visto tanta ternura en mí, pero él no entiende: no es ternura, es poder. Es el instinto más salvaje que una mujer puede sentir.Y Kereem…Sigue siendo el Emir, el hombre que carga con el peso del reino sobre los hombros, pero también el padre que se levanta en
CAPÍTULO 69 AMOR Y REDENCIÓNZahar…El día transcurría tranquilo, al menos en apariencia. Estaba sentada en la mesa de reuniones, escuchando a los ministros, exponer los avances del programa de salud. Tomaba notas, hacía observaciones y sonreía cuando debía hacerlo, como siempre. Había aprendido a moverme en ese ambiente con serenidad, a respirar hondo y mantener la calma, incluso cuando las voces se elevaban o las cifras no cuadraban.Kereem no estaba conmigo esa tarde. Había tenido reuniones desde temprano, y aunque sabía que siempre me rodeaban sus hombres de seguridad, su ausencia se sentía en el aire, como si algo dentro de mí no terminara de asentarse sin él cerca.Tomé una carpeta que me pasó el secretario, y luego volví a acomodarme, ya estaba pisando la ultima semana de mi embarazo, pero hoy en exclusiva, me estaba sintiendo rara.Sé que Kereem quería todo el tiempo que reposara. Pero era Zahar, maldita sea, no podía tejer o hacer cosas de señora, y todavía no me acostumbraba





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